viernes, 15 de febrero de 2008

G-Mag y los motivos por los que no actualizo con más detalle

Voy a ir poniendo alguna foto de la fiesta presentación del libro LO QUE LOS HOMBRES NO SABEN para pasar el tiempo, y eso. Soy asi de vaga. Os haré un post cronica de lo que pasó, pero es que hoy sigo con el jet lag o algo que me impide hacerlo



Ahí me tenéis con otra de las autoras del libro, Coché Echarren.¿Que por qué empiezo por ella? Porque, a parte de tener los ojos más bonitos que me han mirado jamás, (y estoy incluyendo en la lista los ojos de ella -la mujer rubia- aunque me cueste una abstinencia de semanas) ha colaborado en la G-Mag con un texto que me ha (L) encantado (L).Como que qué es la G-Mag. La G-Mag es una revista impulsada por Lucía Etxebarría y el fotógrafo Luis Gaspar, que no tiene ni una sola esquina de publicidad, y que os podéis descargar AQUI www.ge-mag.com.¿Que por qué la anuncio? ¡porque colaboro en ella! y porque no os pienso dar más consejos calenturientos si no pasais por ahí.

Os pongo un fragmento más del libro que, espero, ya teneis.


Coché Echarren. “el autobús no cuenta”

“… —Iba en un autobús. No sé si estaba leyendo o mirando por la ventanilla cuando sentí que un brazo rodeaba mi espalda bajo la cintura y otro se apoyaba a la misma altura pero por delante, o sea, con la mano en mi ombligo. Pensé que igual llevábamos así colocados mucho tiempo. Recordé que al subir el hombre que se sentaba a mi lado me había mirado con interés… Yo sostenía unos folios arrugados en la mano izquierda y en ese momento no supe qué hacer con la derecha. Me revolví un poco para intentar que me soltara buscando una postura, pero conseguí lo contrario: me sujetó con más fuerza y los dedos que tocaban mi ombligo bajaron un poco más. No me atrevía a mirarle y además tal y como estaba colocada no hubiera podido sin que nuestras cabezas se juntaran. De reojo distinguí un pelo revuelto, duro, rubio oscuro, joven. Me quedé quieta y respiré para pensar: nadie nos miraba. No sabía si él estaba dormido. Lo mejor, sin duda, era que yo me durmiera para no enterarme de nada. Apoyé la cabeza en el cristal de la ventanilla, dejé caer los folios al suelo y cerré los ojos. Sin pretenderlo rocé su mano con la mía al relajarla, la aparté enseguida. Por el corte me puse nerviosa y volví a revolverme ligeramente, pero entonces sus dedos bajaron un poco más. Ya no sólo rozaban la blusa, sino también la falda. Me quedé muy quieta, como si estuviera profundamente dormida. Me pregunté si él había tomado la determinación de tocarme nada más verme o si lo estaría haciendo dormido de forma inconsciente. Abrazó más fuerte mi tripa y uniendo los dedos me hizo una caricia muy leve, como si nada. Luego volvió a quedarse quieto. Podía haber sido el movimiento de un sueño, pero fue suficiente como para que me entraran muchas ganas. Me volví, giré la cabeza hacia la suya sin abrir los ojos, obligándole a acariciarme de nuevo con el movimiento. Estaba muy cerca, podía olerle. Olía a pelo, a piel y un poco a gas de cocina, ni colonias ni tufos. Me gustó. Respirábamos a la vez. El aire de su nariz llegaba a la mía. Su mano volvió a moverse y bajó…”

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