jueves, 28 de febrero de 2008

Canela por Cati Salva

Su piel me recuerda a la canela. No por el olor, sino por el aspecto aterciopelado y el bronceado.
Es verano y triunfan camisetas de tirantes, faldas y pantalones de talle bajo. Veo su cadera, la perfecta pero exigua curva de su vientre y su ombligo al aire. Noto cómo el aire acondicionado hace visible el vello de sus brazos morenos. Casi puedo sentir cómo se le pega la ropa a la piel...

Viene a hablar conmigo y se me van los ojos a la curva de sus senos. Pequeños pero hermosos, acordes con su cuerpo. Me recuerdo a mí misma que tengo que mirarla a los ojos, a esos ojos verdes que tanto me turban.

Su pelo, que huele a champú de hierbas, me roza el brazo mientras me habla inclinada sobre el escritorio señalando la pantalla.
- Si te parece procesas tú este y yo me encargo del siguiente.
- Muy bien, ahora me pongo.
- Gracias Laura, eres un encanto.
- De nada mujer, faltaría más...

Me sonríe con esos dientes sorprendentemente blancos en contraste con su piel morena. Lleva todo el verano entre las fiestas nocturnas que la llenan de químicos y las playas de arena blanca que le limpian la sangre. Suele contarme sus juergas el lunes, lo mucho que se pasó, lo salvaje que fue la última vez que se fue a Ibiza... a mí me encanta oírla, pero creo que no la escucho demasiado. Se me pierde la mirada en ese cuerpo...

Se supone que soy hetero. Se supone que tengo un novio con el que disfruto mucho en la cama. Se supone que ella es hetero. Se supone que nunca va a pasar nada porque trabajamos juntas...

Entonces, ¿por qué me muero por desnudarla?

Los días se pasan volando. De piratas blancos a falda negra, a vaqueros, a camisetas rosas, verdes, con dibujo, lisas. De pelo castaño a negro azabache manteniendo el largo... no me pierdo ni un detalle porque todo lo suyo me encanta. El hoyuelo en su barbilla, el piercing en la lengua, los brazos finos, la forma en que se ríe. La sigo con la mirada mientras se mueve entre las estanterías, erotizada con su mera presencia.
Por las tardes salgo y veo a mi novio, que está encantado de que me lleve bien con Rosa. De que conozca a alguien más que se mueva en su ambiente.
Que sabe que adoro la canela pero ni se imagina lo afrodisíaca que me resulta ahora.

¿Se supone que soy bi? No lo sé. No puedo decir que me gustan las mujeres, pero sí puedo decir que me gusta ella. Que no quiero ser su pareja, pero sí quiero apropiarme de su cuerpo durante un rato.

Estamos en el baño, amplio y luminoso. Me está contando que se quiere hacer un piercing nuevo. En el pezón. Se me hace un nudo en la garganta y me sonrojo mientras me lo explica, acunando uno de sus senos con la mano para darle más énfasis a lo que me cuenta. Hoy lleva una falda larga verde oliva y una camiseta de tirantes de color tostado, más canela sobre su piel y más verde para sus ojos. Empiezo a notarlo, empiezo a saber que no voy a poder contenerme si sigue hablándome de sus pezones... quiero olvidarme de lo que me ha dicho, pero es demasiado tarde. La beso mientras una de mis manos se acopla perfectamente al otro seno, el que le queda libre.
Espero el guantazo, el empujón o lo que venga. Al menos la habré tocado, la habré besado, habré probado un poco de su cuerpo... pero nada de eso llega. Primero se queda inmóvil y luego, sin preámbulos, su lengua recorre mis labios y busca mi mayor secreto: el deseo que siento por ella.

Mierda. ¿Qué estoy haciendo? Seguro que está fumadísima y luego se arrepiente. Y yo, ¡que tengo novio!. Me separo y la miro con la respiración agitadísima, toda deseo y confusión.
Sus ojos verdes relampaguean y se pega a mí. Me empuja a uno de los lavabos y entre las dos echamos el pestillo. Y dejo de pensar porque su lengua no me deja, porque su cuerpo está caliente y reclama atención.
Levanto su falda y mis dedos buscan su pubis, pequeño, perfecto. Noto la humedad y froto con más fuerza, describo círculos, exploro cavidades... Contiene la respiración. Busco con mis dedos, mientras descubro su pecho y lamo uno de sus pezones. Gime débilmente y oímos la puerta, así que nos quedamos muy quietas mientras al lado hay alguien que ignora lo que está pasando.

No puedo creer que esté haciendo esto. No puedo creerlo, pero lo estoy haciendo. Y me gusta.

Puerta. Agua. Papel. Puerta. Silencio.

Y volvemos a besarnos, a mordernos, a hacer círculos con las caderas y acompasar nuestros movimientos. Me agacho y observo el vello púbico, recortado, igualado, sensual. Mi lengua busca sus puntos débiles con avidez y los encuentra, uno detrás de otro, a un ritmo vertiginoso ahora. Gime cuando su cuerpo no puede más, rindiéndose por completo, abandonándose a mi merced. Se tapa la boca con una mano, intenta no hacer ruido. Yo me retiro con la piel roja, los dedos húmedos y una sonrisa más que maliciosa. La beso despacio, recreándome en sus labios, aspirando su aliento agitado.
La abrazo y le susurro que tengo que volver a mi sitio. Me hace una insinuación pero no, yo no quiero nada más. Me encanta tal como ha sido.
- Yo saldré primero.
Asiente y me deja salir escondiéndose tras la puerta. Me lavo las manos y me enjuago la cara para bajar la rojez, y justo cuando me estoy secando entra otra compañera que me pregunta si estoy bien. Debo tener una cara... Digo que he tenido un bajón por la regla (que no tengo) pero que ya se ha pasado y vuelvo a mi sitio.

A los dos minutos pasa Rosa y ni me mira, disimulando perfectamente. Se sienta en su sitio, dándome la espalda.

Un minuto después me llega un aviso por el sistema de mensajería interna.

"Ni una palabra"

Respondo

"No se repetirá"

Veo cómo se vuelve y me mira. Primero seria, luego con una sonrisa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado la facilidad con la que me hace imaginarme a Rosa...

Cat dijo...

Gracias! Ya creía que no le había gustado a nadie, jajajaja