martes, 28 de octubre de 2008

Y mientras votais...

Digo yo, ultimamente estais de un tacaño...

A ver si os animais con la siguiente oferta:


con cualquier juguete que compreis este mes (noviembre, pero os cuentan estos ultimos dias de octubre también) os regalo... ¡una pirulilla!

Sí, pero es que ahora vienen todas las celebraciones del amigo invisible e historias parecidas, Navidad incluida, y qué quereis que os diga, se queda genial regalando un pene vibrador de color a elegir y tacto suave con velocidad regulable que no os ha costado ni un céntimo porque el dinero os lo habeis comprado en vuestro juguete supersónico que genera placer al instante.

Os dejo la foto esperando que los amigos de blogger no nos chapen el blog por pornográfico.



Y recordad que para cualquier consulta sobre los juguetes, teneis asesoramiento en a.menendezfaya@hotmail.com .

Y los pedidos ahín tambien.

domingo, 26 de octubre de 2008

Votaciones

Hoy, a las 0:00 termina el plazo para presentar cuentos al concurso de relatos eróticos.

A la misma hora (bueno, vale, a las 0:01) se abren las votaciones hasta el sábado 8. En principio os iba a dar una semana nada más de plazo, pero doy quince días por si acaso. Se puede votar una sola vez por ip y esas cosas, y podeis hacerlo mediante un comment, no hace falta mandar mail. Si a alguno no le dejara comentar el explorador o lo que fuese puede hacerlo a través de el mail a.menendezfaya@hotmail.com .
Se votará al autor por su nombre, en el caso de que tenga más de un relato se especificará también el título.
Mucha suerte a los participantes.


EDIT:
PARA HACERLO MÁS FACIL PODEIS DEJAR UN COMMENT EN EL RELATO QUE HABEIS DECIDIDO VOTAR, COMPUTARA COMO VOTO. SI NO PODEIS COMENTAR, SE ADMITEN MAILS A LA DIRECCION DE SIEMPRE CON AUTOR Y TITULO.
UN SOLO VOTO POR IP, TENEMOS REGISTRO, ASI QUE NO ME SEAIS TRAMPOSETES.

martes, 21 de octubre de 2008

Relato de Begoña. Teneis hasta el 26 para participar y ganar las esposas y el pack de aceites de sabores, vagunos.

Donde te lleve el viento.
Hacía un día soleado, era su cumpleaños e iba a comer con Lola, el día parecía sonreírle. Le encantaba llevarla de paquete en su motocicleta, sentir sus manos en su cadera, parar en un semáforo y acariciar su pierna. En eso andaba pensando cuando la vio aparecer en el portal. Vestía cazadora negra y unos vaqueros ajustados que dejaban ver sus perfectas curvas, llevaba el cabello suelto como a ella le gustaba, salvaje, rizado, de un color caoba intenso, que se movía al ritmo de sus pasos, sus ojos radiantes, de un color miel que la hipnotizaban, mientras sus labios dibujaban una sonrisa. No podía mirarla sin sentir deseos de agarrarla, de atraparla, de no soltarla… Se la estaba comiendo con los ojos cuando escuchó: -¡¡Hola!!, ¿nos vamos?-. Lola sabedora de su deseo le estampó un suave y ligero beso en el cuello, dejando durante unos instantes que la envolviera su perfume.
Montaron en la moto, había reservado mesa en un restaurante con encanto de un pueblecito costero, y decidió que ese día bien se merecía coger la carretera de la costa para disfrutar de la vista del mar. El sol y la brisa se colaban por la visera de su casco, el tráfico fluía, el mar estaba azul y su motocicleta se deslizaba suave por el asfalto, acarició la pierna de Lola, todo le parecía perfecto.
Pocos kilómetros las separaban ya de su destino, de su encuentro romántico con Lola, de su mirarla a los ojos, de comérsela a besos…, sentadas en su mesa para dos, con un buen vino y una conversación susurrada al oído, le acarició la pierna como anticipo de lo que estaba por llegar y entonces, notó como ella buscaba el contacto con su piel, deslizando sus dedos alargados y finos bajo su ropa, acariciando su barriga dibujando formas geométricas, ascendiendo cautelosa hacía su pecho, rozando su pezón casi erecto, y estrechando su mano contra su pecho. Lola descendió… y haciéndose hueco por su pantalón acarició su sexo, tomándolo entre sus dedos, a su antojo, una y otra vez. Ella se sentía como si estuviera esposada a la cabecera de la cama, sin poder besar, sin poder tocar y brotando en su interior un fuego imparable. Mientras Lola recorría su cuerpo, el deseo crecía, y lo único que podía hacer era acariciar su pierna cuando la carretera se lo permitía. Y cuando parecía que Lola se retiraba, volvía a recorrerla despacio, jugando con sus pechos y luego con su sexo cada vez más y más húmedo.
Vio el acceso a un pequeño puerto junto a la carretera, el escape perfecto para saciar sus deseos, era su turno, y sin dudarlo se desvió de su camino, condujo hasta el lugar más remoto y paró el motor. Despojada de su casco, se giró para besarla buscando su boca, Lola la esperaba con una sonrisa pícara, provocadora, mientras sus manos continuaban recorriéndola. Giró su cuerpo todo lo que pudo y cogió su cara, besándola con pasión, sus manos se enredaban en ese pelo rizado que la volvía loca. Con gran habilidad, desabrochó su cazadora, el escote de Lola la reclamaba, comenzó a besarlo, y subió por su cuello despacio, hasta el lóbulo de su oreja, que mordisqueó con deleite, recorriéndola con su lengua. Mientras sus manos recorrían sus pechos bajo la camiseta. Desabrochó uno a uno los botones de su pantalón y buscó su pubis, acariciando con sus dedos sus labios, recorriéndolos, excitándolos. Lola, a su vez, besaba su cuello, recorría con sus manos sus pechos, su espalda, sus nalgas, y al final su sexo húmedo. Sus bocas se encontraron jadeantes, sus lenguas se buscaban una y otra vez, en un ritmo cada vez más rápido, la mano de Lola arañaba su espalda, mientras mordía su cuello, reprimiendo un grito de placer, su mano aferrándola, estaban cerca muy cerca, como le gustaba a Lola, sintiendo el palpitar de sus corazones al estallar.
Deseosa de seguir poseyéndola, bajaron de la moto, y condujo a Lola hasta el muro del espigón. Atrapando sus manos con las suyas la aprisionó contra la pared, y comenzó a besarla despacio, a recorrer su cuello, el hueco de su clavícula, el canalillo de sus pechos, la redondez de sus senos dibujada con su lengua, mordisqueando el pezón erecto. Bajó hacía su ombligo y jugó con su lengua por el borde de sus pantalones, deslizándolos ligeramente, recorriendo a lengüetazos la curva de su cintura. Subió de nuevo hacía su boca, mientras la besaba introdujo su mano en el pantalón, sonrió, le gustaba encontrarlo húmedo, esperándola, y comenzó a jugar con sus dedos, buscando su punto de placer. Lola cogió la iniciativa, poniéndola ahora a ella contra la pared, empezó a recorrerla primero con sus manos, y después con sus besos. Con su lengua comenzó a jugar con su pubis, dibujando círculos, luego con sus dedos. Sus bocas absorbían el aliento de la otra, sintiendo mutuamente su respiración, besándose, mordiéndose, hasta que el cuerpo se contrae y un último grito escapa de sus bocas. Exhaustas se dejan resbalar por la pared y caer en el suelo, mirándose a los ojos se sonríen, ante ellas las pequeñas embarcaciones se mueven al ritmo de las olas y sus velas tintinean con el viento....
Por cierto ... No te he comprado nada – sonríe Lola.
No importa, regálame lo mismo en todos los cumpleaños – rió ella.
¿Sabes como son los lavabos del restaurante?- preguntó Lola.
¡¡Hoy nos echan!!!- exclamo ella
¿Tu crees? ... Es que los lavabos tienen mucho morbo-

jueves, 16 de octubre de 2008

Relato de Iaarea . Se os está acabando el plazo, pichones!

"Son las cinco y cuarto de la tarde y aún no me he arreglado para ir a la entrevista de trabajo" pensó Marta. En los últimos tiempos su vida no era muy entretenida. Podría decirse que lo más interesante en muchas semanas era ese acontecimiento, esa oportunidad de encontrar un empleo. Dio mil vueltas delante del espejo con diferentes modelitos. Uno no le convencia porque era demasiado informal, otro porque era muy atrevido, el tercero demasiado ñoño..Y ella queria transmitir la imagen de una mujer fuerte y seria pero con un punto de sensualidad.Marta había quedado a las seis y media en un prestigioso buffete de abogados de su ciudad.No tenia mas experiencia que la de una pobre becaria sin remuneración durante dos años en un despacho de media tinta. Y eso aumentaba su inseguridad.Salio de casa con un traje sastre, de falda de tubo, gris claro y camisa blanca,zapatos negros de afilados tacones con bolso a juego y melena al viento. Al mirarse en el espejo del ascensor se dio el aprobado asi misma con una sonrisa.Despues de cruzar media ciudad, entre un caos de coches y taxis repletos de hombres que la despiezaban con la mirada (recatada, pero Marta era atractiva igual).Llegó a su entrevista. La recibio una secretaria pusilánime y la acomodó en un luminoso despacho. A Marta le sorprendio que aparte del mobiliario típico, hubiese una especie de sofa-diván de piel negra.La encargada de "pasarle reconocimiento" era una mujer. De unos treinta y pico, bien vestida,rubia muy sexy.. Las dos se mirron de arriba abajo. Marta sintio un escalofrio. Hacia años, antes de empezar a salir con Julián que no le pasaba nada asi con una mujer..salvo con Ana. Una chica de su clases con la que tuvo un affair secreto y desenfrenado. Pero era algo que queria olvidar. Esto ayudo a que se sientiese incomoda de nuevo.La licenciada Granados se dispuso a interrogar a Marta con temas proofesionales, académicos etc. Hasta que se quedó callada..y sobresalió la parte personal. Fue directa, le preguntó si le molestaria trabajar entre personas homosexuales.Marta se quedó en blanco. ¿Por qué esa pregunta?Ella dijo que no tenia ningún problema. Que la vida personal de sus jefes y compañeros le eran indiferentes.La licenciada sonrio.La miro mas fijamente. Y le dijo "Marta,¿te apetece una copa?" Esta aceptó.Sin darse cuenta de porque lo habia afirmado si no le gustaba beber.Tras servirle la bebida, Granados le volvio a preguntar "¿no estarias mas comoda en el sofá?"Marta siguio la orden como si de un zombie se tratase.Aquella mujer la hipnotizaba.Tras seguir charlando de temas vanales, la copa provocó un efecto tranqulizador en las dos. Se establecio un lazo de confianza. La cosa se habia desviado mucho de lo que suele ser una entrevista de trabajo.De repente la licenciada estaba demasiado proxima a Marta. Olio su perfume y le dijo que le sentaba muy bien, pero que desconocia la marca. En un intento de apartarse, Marta ruborizada, lo hizo peor se quedo a poco centimetros de la boca de Granados...Esta la cogio de la muñeca y le dijo "No temas linda, no es nada malo. Solo quiero besarte.¿Me dejarás verdad?" Y asi se acercó en un golpe definitivo a Marta. Que estalló de pasión contenida y reprimida en años. Reviviendo todo lo que habia aprendido con Marta.Despues de ese primer beso, al separarse de la licenciada se sintio algo aturdida.No sabia si irse corriendo o..o desabrochar la camisa de su futura jefa. Tenia un escote precioso..insinuaba unos grandes pechos..Optó por esto último y Granados no se resistio. Botón a botón, beso tras beso, iban quedando centimetros de piel a la luz evaporando deseo.Se volvieron a unir piel con piel. Ahora la licenciada desvistió a Marta, quedando maravillada del cuerpo esbelto y blanquecino de ella.Pechos pequeños y bien puestos.Aureolas oscuras y pezones nada timidos. Aullaban pidiendo el calor de una boca que los mordisquease, de una lengua que los lamiese.Entre tanto frenesí aquellas mujeres pasaron la tarde. Todo matiz que afloraba era carnal.Llegó el momento de descubrir el jardín secreto de cada una..A Marta le dio algo de pudor..se moria de ganas de hacerlo bien. Y temia no ser certera con Granados..pero esta la guió besos calidos, lametones circulares, juegos con las llemas de los dedos..entre jadeos y palabras suaves la posible empleada estaba pasando el test sin problemas.No era eso exactamente pero asi lo pensaba Marta, y le excitó la idea.Toco el turno de esta última y encima de ese sofa negro que tanto le habia llamado la atención, alcanzó uno de sus mejores orgasmos. (Y los que le quedaban en aquella oficina jaja) Granados trataba su cuerpo con una calidez y un mimo desconocidos para Marta.Ningún hombre la habia hecho llegar tan lejos..ni Ana siquiera.Cuando terminaron, Granados le dijo que encantada por todo. Y que mañana la llamaria para confirmar si era aceptaba en el buffete.Marta se quedó un poco mal. Sentia que se habia aprovechado de ella. ¿O no? Si ahbia sido estupendo no tenia porque comerse la cabeza.Se fue a casa con la corazonada de que ese empleo seria suyo y que además tendria una amante fogosa y tremendamente explosiva. LE GUSTABA EL ROLLO DOMINANTE DE SU FUTURA JEFA sobre ella jeje. Ya se la imaginaba como una dominatrix. Pero eso era otra historia..Ahora tenia que pensar que hacer con Julián. Despues de esa tarde con el las cosas no serian lo mismo.

martes, 14 de octubre de 2008

Otro relato de Virginia para el concurso. ¡¡A ver si os poneis las pilas los demás!!.

SERVICIO DOMÉSTICO
Por fin apago el contacto del coche. Por fin estoy en casa y por fin me voy a poder quitar los tacones después de un laaaaargo día de trabajo. Un día de esos que empezaron ya ni me acuerdo a qué hora, pero muy temprano para mi. Salí de casa y no había amanecido y llego y casi es de noche. Me doy cuenta de que con este ritmo literalmente no disfruto el día. Primero porque todo es un estrés en mi vida y segundo porque como decía, salgo con el sol y vuelvo a casa cuando éste ya se ha escondido, y en mi puesto de trabajo de súper- ejecutiva- agresiva, hay mucho mueble de diseño y mucha obra minimalista de ultimísima generación, pero los carísimos estores japoneses que cubren los ventanales del piso 17 del edificio en que se encuentra mi despacho, pues no dejan pasar ni un rayo de luz natural. Pero todo eso ya pasó y estoy en casa de nuevo, sin sol, pero en casa.
Meto la llave en la cerradura y antes de abrir la puerta del todo, el olor a limpio ya aflora por la primera rendija entre la madera y la pared. No sé cómo podía vivir sin servicio de hogar, como lo llaman ahora. Es una de las ventajas de mi nuevo trabajo, que mi sueldo acompaña al nivel del puesto y me lo puedo permitir. Ahora los domingos no son para limpiar, sino para dormir y vaguear sobre limpio, que se vaguea mejor. Termino de abrir la puerta, me descalzo para sentir la madera del suelo en la planta de mis pies y avanzo por el pasillo. A la mitad del mismo, a mano izquierda, está el comedor, y me detengo en el marco de la puerta porque intuyo que él está dentro. Y no me equivoco. Completamente desnudo, Javier quita el polvo de la librería. Sabe que llego cansada de días como este, y me ha preparado una copa digna de coctelería que reposa, sobre posavasos, en la mesita de cristal que hay delante del sofá.
Qué espectáculo: un metro y noventa centímetros de hombre moreno y bien contorneado, como si de la mejor obra de un alfarero se tratase, quita con esmero el polvo de tu casa por el módico precio de…Es un servicio de hogar, que decía antes, completo. Cuando siente mi presencia, Javier se gira para regalarme la visión de una enorme y perfecta polla que promete maravillas en erección. ¿He dicho ya que me encantan estos días? ¿quién está cansada? Porque a mi el cansancio se me ha transformado en lujuria de repente…Mientras froto el dorso de mi pie izquierdo contra el tobillo de la pierna derecha, recorro con la mirada el que será mi juguete durante la próxima hora. Así está establecido.
Javier sigue limpiando alargando el brazo con cada pasada sobre las estanterías hasta dejarme contemplar,( porque ese cuerpo no se mira, se contempla) la parte inferior de su brazo, con el vello de su axila aflorando y su cintura formando una curva peligrosísima con sus nalgas. Mantiene los glúteos apretados para mi deleite, y yo le correspondo con la mirada fija en ellos y la lengua acariciando mi labio superior, y él lo advierte, y se gira un poco más, y ahí está de nuevo esa verga, que cuelga y se mueve acompasando sus movimientos. Y yo sólo puedo desearla un poco más si cabe.
Aún no me ha mirado, no como él sabe, clavando sus ojos en los míos desafiante, con la prepotencia de quien sabe que te hará disfrutar como nadie. Y no me ha mirado porque el juego lo inicio yo, que para algo soy la jefa. Yo marco las reglas, yo pongo las normas, yo digo “haz”, “come”, “dame”, “ven”, “más”…Y me encanta. Repito que ha sido un día duro, me merezco una recompensa. Recojo mi copa de la mesita, me giro indiferente y salgo del comedor camino a mi dormitorio diciendo “te has dejado polvo en un rincón”…y sonrío para mi con la satisfacción de quien tiene el mundo a sus pies.
En el dormitorio me deshago de la blusa y la falda, de las medias y el pasador del pelo, todo queda en el suelo, ya lo recogerá Javier. Cambio rápido de lencería: me quito las bragas de algodón y el sujetador de copa para dar paso a un body negro de encaje. Conservo las medias, que sujeto con el liguero del body. Me giro y me veo reflejada en el espejo, y me excito con mi propia imagen, se me multiplica el deseo con cada pestañeo. Abro el cajón de la mesilla y saco una larga y delicada fusta que compré en la última reunión de tuper- sex. Tengo muchos más juguetes (no puedes ir a la reunión y no comprar, está como feo), que luego iré sacando. Los reparto por cajones de toda la casa y así siempre hay alguno a mano. De momento me voy de dominatrix. Comienza el juego.
En el comedor Javier continúa hacendoso con las tareas: ahora está de espaldas echado hacia delante sacando brillo a la mesa alta. Me encapriché de ese mueble con un enorme cristal negro en lugar de la típica mesa de madera, y queda preciosa, pero se mancha de mirarla. Pero bueno, para eso está mi servicio, para dejarla impecable, como a mi me gusta, como todo lo que hace. Avanzo hacia él, y aprovechando esa posición tan provocadora le propino un pequeño azote con la fusta en el glúteo derecho. Sé que no le duele, pero le deja una marquita roja del impacto que me pone cachondísima, y de paso a él también. No puede evitar dar un respingo, le ha cogido por sorpresa.
¿No está quedando a su gusto, señora?
No puedo verlo porque me estás tapando. Apártate un poco.
Y lo aparto yo con otro golpecito mientras me contoneo a su lado. Cómo sabe provocarme…ha dejado su polla apoyada en la mesa para que no deje de verla. En plan anuncio de limpia- todo, paso la punta de la fusta (en lugar del dedo) por el cristal, que está reluciente, por supuesto. Pero…
- Estás dejando la huella de tu polla en toda la superficie,¡ así no acabarás nunca, y te pago por horas! ¡lleva más cuidado!
Y le cae otro azote. Ahora estamos frente a frente. Le cojo el miembro enorme que ya está en erección y se lo aparto yo misma de la superficie del cristal. Casi lo siento palpitar.
- Lo siento señora, no volverá a pasar.
Y él mismo se echa hacia delante para que le propine de nuevo con la fusta. Pero lo hago con la mano, y de paso siento esa carne apretada y sudorosa en mi mano. Lo acaricio un poco, dejándole con la incertidumbre de si le daré de nuevo o ahí quedará la cosa.
- Continúa tu trabajo.
Él se gira y sigue como si nada. Sé que esperaba otro azote, le pone verme dominante. Entonces yo me voy al sofá, donde me dejo caer cómodamente. Extiendo las piernas sobre la mesita pequeña y enciendo el televisor. Busco un canal de noticias y lo dejo de fondo. Javier termina con la mesa y se dispone a empezar con los cuadros.
Empieza por este, el de arriba del sofá- le digo.
Obedece y mientras limpia, su falo cuelga delante de mi cara. Extiendo el cuello y, echando la cabeza hacia atrás, le alcanzo la punta con la lengua, y así se la acaricio.
Ven a limpiar aquí abajo.
Abro las piernas y le expongo mis apetitosas ingles brasileñas con mi sexo rojo y húmedo reclamando su atención. Desciende lentamente frotando al bajar su polla por mi cara, mi cuello, mis pechos, mi ombligo…y finalmente su boca queda a la altura perfecta. Se toma su tiempo en desabrochar mi body, me está haciendo pasar ganas que luego me compensará con creces. Sueltos los botones, me separa los labios con sus dedos índice y corazón y dibuja mi clítoris que ya rebosa deseo. Se acerca y comienza su trabajo, la parte que más me gusta de este servicio doméstico.
Con cada movimiento de su lengua, arriba y abajo, en círculos, presionando y soltando mi clítoris, siento una corriente que asciende en oleada de mi pelvis a mi cuello. Acompaño los movimientos de su boca con los de mis glúteos, que se empiezan a contraer para acentuar la intensidad de cada lametazo. La sensación que me recorre es cada vez más intensa, y el placer de ver su cabeza, con ese cabello moreno y sedoso entre mi piernas, multiplica cualquier estímulo por cien mil. Agarro su pelo entre mis dedos e impulso su cabeza con cada movimiento con más fuerza, quiero hundir su lengua lo más profundo que pueda en mi interior, siento cómo desciende todo mi jugo, cómo me exprime, y quiero que siga haciéndolo así, cada vez más intensamente. Entonces él, cuando me sabe poseída, cuando siente que ya no queda nada de mi papel de dominatrix porque he sucumbido a los placeres que sólo él sabe darme, se separa de mi, me deja a punto de estallar, con la sangre y los nervios concentrados en un punto de mi entrepierna, a punto de estallar. Se separa para abrir un cajón de la cómoda de al lado del sofá y sacar otro de mis juguetes, uno de mis favoritos: un anillo para pene con una bala vibradora en la parte inferior.
Déjame jugar a mi también- me dice mientras le dejo ver en mis ojos que estoy a punto de correrme. No puedo responder, sólo llevarme los dedos hacia abajo con el fin de terminar lo que ha dejado a medias porque no puedo más…
Quieta…-me susurra- esto es un servicio competo.
Y me sujeta las manos detrás de la nuca. Sólo el roce de mis muslos entre sí, con toda la humedad que los recorre es una tortura para mi en estos momentos…
Se coloca hábilmente el anillo en su polla, que parece a punto de rebentar, dejando la parte vibradora hacia abajo. Y se acabó la espera: sin avisar, me embiste dejando clavado todo ese miembro en lo más profundo de mi. Sus huevos golpean mis nalgas con cada vaivén, y la vibración hace que él se ponga más y más salvaje, empujando con más fuerza cada segundo, hasta que yo no puedo más y dejo que se libere todo lo contenido un minuto antes para casi convulsionar con un brutal orgasmo que se prolonga hasta que se él se corre conmigo.
Ha sido alucinante.
Cariño, te superas cada día. Eres estupendo.
Tú también, pero no sabes ponerte dominante, no me aguantas nada…en seguida sucumbes al placer de mis habilidades…
Y nos reímos juntos. Es el mejor compañero del mundo realmente.
- La próxima vez te toca a ti hacer de porno- chacha, eh…- me dice en tono cómplice. Y me sonríe, y le sonrío, y celebro para mis adentros el día que decidimos abrir nuestras mentes al maravilloso mundo de las fantasías eróticas.

jueves, 2 de octubre de 2008

Seguimos con el concurso

Amigos, se os pone complicada la cosa del concurso, aquí teneis a otra participante, Patricia, que apuesta fuerte por las esposas forradas y los aceites lubricantes.
No perdais vuestra oportunidad: a escribir y a participar.
a.menendezfaya@hotmail.com está esperando vuestros relatos.



Un beso al aire

Lo que más me jodía era que no le iba a volver a ver. Realmente, eso era lo que más me molestaba, porque no había querido darme su teléfono, ni su mail, ni nada. Todo sucedió de forma vertiginosa y, en el último momento, cuando la bombilla se me encendió, y le grité en medio de la calle que me diera su teléfono, sólo me lanzó un beso. Un sello imaginario que definía lo que nos había unido: una relación esporádica y fortuita...
Sólo le había conocido dos horas antes y me molestaba esa certeza de saber que no le volvería a ver. Fue en el metro, en un vagón atestado de la linea 6, yo estaba de pie, apoyada en la pared, intentando ocupar el menor espacio posible. Él subió en Moncloa y se abrió paso hasta situarse de pie, frente a mi. Yo en un principio ni me fijé en él. Sólo en su perfume. No olía a colonia, ni a after-save, sino a recién duchado, a jabón. Lo cual despertó mis sentidos, porque estaba rodeada de sudorosos cuerpos indefinidos que volvían después de un largo día de trabajo. Pero él no, él olía a limpio.
Sin pensarlo, levante los ojos del sucio suelo del tren para toparme directamente con los suyos, azules, límpios, que me debían de haber estado observando desde que se situara a escasos centímetros de mi. Nos miramos fijamente durante uno o mil segundos, sin pestañear. Y en ese momento el tren frenó. Su cuerpo empujó al mio contra la pared del vagón y noté su calor. En ese instante, su mirada fue demasiado intensa, y bajé los ojos, pero él, sin separarse de mi, me levantó la cara acariciándome suavemente la barbilla. Las puertas se abrieron, y en un impulso agarró mi mano y me sacó del vagón a la carrera. Nos cruzamos de vía y empezamos a besarnos como dos novios desesperados que llevan meses sin verse. Y sin saber como, me encontré en su apartamento, desnuda, sobre la cama, esperando impaciente que volviera de una excursión a la cocina. Si lo pienso, debimos de haber cogido el tren, salir del metro, andar por callejuelas, entrar en un portal y subir escaleras, no lo recodaba. Ni tampoco haber llegado a la habitación. Ni haberme liberado de la ropa. Sólo habían existido sus labios, su lengua, sus manos exploradoras y las mías.
Cuando comenzaba a tomar conciencia de la locura que acababa de cometer- ¿Quién era este tipo? ¿Estaba loco? ¿Salido? ¿Era un desequilibrado mental hormonalmente inestable? – apareció en el umbral, desnudo con un par de copas burbujeantes y una gran erección. No pude evitar detenerme en cada rasgo de su cuerpo, en cada pequeño pliegue. Disfrute de la visión de aquel torso y aquellas piernas como si fuera una obra de arte, y memorizar detalles sin importancia, como el lunar que tenía en la ingle o la cicatriz de su muslo izquierdo, o la mancha alargada al lado de su ombligo, o el ligero vello que unía sus pectorales. Noté como su mirada me recorría, intentando, tal vez, y al igual que yo hacía con él, poder recordar más tarde mis perfecciones e imperfecciones. Se sentó en la cama y me tendió un copa, yo me incorporé y no se la acepté hasta que mis labios no estuvieron a un centímetro de los suyos. Bebimos sin brindar, mirándonos, sin mediar palabra, como si el silenció fuera nuestro cómplice en aquella estancia. Yo no quería hablar porque me excitaba la idea de follar con un desconocido sin un antes ni un después. Supuse que él estaría pensando algo parecido. No, lo supe. Sus ojos me lo estaban diciendo cada vez que parpadeaban para volver a inundarme con su mirada. Sus labios también lo insinuaban cada vez que se contraían para beber de la copa. Y su lengua lo gritaba cada vez que la utilizaba para limpiar sus boca mojada. Me acerqué el centímetro que nos separaba y me senté sobre él, con las piernas bien abiertas, dejando que su polla penetrara muy despacio mi vagina. Muy, muy despacito hasta estar totalmente apoyada sobre sus piernas. Mi cadera se movía rítmicamente, despacito, mientras seguíamos mirándonos y bebiendo nuestras respectivas copas de cava. Él terminó la suya y la dejó sobre la mesilla. Luego se levantó conmigo en vilo y me tiró sobre la cama, penetrándome cada vez con mayor fuerza, con embestidas cada vez más violentas. De repente se paró y se separó. Sentí entonces liberarse la ola de placer que había estado contenida, por un largo y húmedo lengüetazo en mi coño empapado, seguido de mordiscos intermitentes en mi clítoris. Luego otra vez la lengua, jugueteando por entre mis genitales, mojándolos aún más. Al juego se unieron un dedo, dos, tres, y luego otra vez su polla que se introdujo una última vez para correrse dentro de mi, en el mismo momento que una onda de energía se extendía desde mi vientre hasta mis pechos, desde mi coño hasta mi espalda, y como un escalofrío de placer llegó hasta mi cabeza.
Y luego nada. Vamos te acompaño hasta el metro, me dijo con una bonita sonrisa de satisfacción. Mientras me vestía aún temblaba, pero lo hice y le seguí como un perro a su dueño. Se despidió de mi con un suave beso en los labios. Nos vemos. Ciao, contesté yo. Y justo antes de volver a entrar en el metro, me giré y le grité: ¡Dame al menos tu teléfono! Él, también se giró, y sólo obtuve un beso al aire como respuesta. Y eso, sus implicaciones, precisamente eso, fue lo que más me jodió.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Primer relato del concurso y reglas

A continuación os pongo el primer relato que entra en concurso por las esposas forradas y los aceites de sabores.
El voto se hará el último dia, mientras podeis seguir subiendo dudas y comentarios, pero los votos que subais no se computarán. El último dia, cuando se cierre el concurso, se abrirán las votaciones, que durarán una semana.
Suerte a todos, ahi va el primero, de Virginia Macia.



LA MORENA

Estaba exhausta. Las sesiones de aerobic, body- pump, spinning y demás técnicas masoquistas a las que acudía sin excepción cuatro veces por semana la dejaban así sesión tras sesión: sin aliento, ruborizada, sudorosa, jadeante…y satisfecha. Satisfecha porque había sido capaz, un día más, una vez más, de rendir culto al cuerpo que la hacía merecedora de piropos, alabanzas y demás comentarios del tipo “qué bien te conservas”, “ya me contarás cuál es tu secreto”. Y su único misterio, amén de una dieta rigurosa exenta de cualquier grasa y sus diarios dos litros y medio de agua, no era otro que las sesiones deportivas a las que se sometía.
En realidad no le gustaba hacer deporte, nunca había destacado en ello ni le había despertado interés, hasta que tuvo que enfrentarse a la realidad de unas carnes que cedían a la gravedad. Pero ahora, aunque seguía sin gustarle, experimentaba un extraño placer con cada gota de sudor que resbalaba por su frente, por su espalda, por sus brazos y su escote, por sus pezones, por sus ingles depiladas hasta el infinito y hasta por sus tobillos. Las clases eran su purgatorio particular, o así lo sentía ella, y acudía por tanto con devoción propia de religiosa.
Ese día, abatida como otros, había disfrutado de una clase privilegiada al haber contado ésta con pocos asistentes. Esto hacía que, además de poder disfrutar de un espacio mayor en el que verse reflejada en el espejo mientras se agitaba, la clase fuera más relajante y oliera menos a sudor. Con las mejillas completamente rojas, como cuando en su juventud se sonrojaba al descubrirse observada, y el sudor resbalando por cada milímetro de su piel, se dispuso a disfrutar de otra de las ventajas de las clases poco concurridas: duchas libres.
Al llegar al vestuario sólo otras dos señoras estaban en él en ese momento. Estaban en la fase de maquillaje, por lo que dedujo que, ya duchadas y casi acicaladas por completo, habrían asistido a la clase anterior a la suya. Pensó en lo bien que le iba a sentar esa ducha en solitario, y así quería disfrutarla, por lo que apuró a que las otras dos se marcharan realizando ficticios ejercicios de estiramiento.
Una vez sola, se desnudó mientras contemplaba su figura en los espejos laterales de la habitación: estaba venciendo muy dignamente a la maldita gravedad y sus nalgas se veían firmes y altas, sus muslos contorneados y su cintura bien delimitada. Sus brazos, largos y delgados, nunca habían sido un problema, y sus pechos, sus admirados y deseados pechos, permanecían desafiantes ante cualquier movimiento. Sólo un sutil balanceo se apreciaba en ellos cuando saltaba en las clases. Ahora, veinte años después de sus veinte años, se alegraba de no haber tenido nunca una talla excesiva entonces, centímetros de exuberancia que hubiera sido imposible mantener admirables sin pasar por el quirófano. Prefería sus elegantes senos, que cabían en las palmas de las manos, pero las llenaban sin dejar hueco, con sus siempre duros pezones, rosados, maduros, como una fruta en su punto justo de sabor. Le gustaría poder lamérselos, pensaba cuando los miraba como en esa ocasión. Le gustaría poder saborearlos como lo habían hecho tantos amantes deleitados con su tacto.
Tan ensimismada se encontraba en su propia contemplación que no advirtió la presencia de una nueva deportista en el vestuario hasta que ésta se dirigió a ella:
Qué envidia de cuerpo
Al volverse, se encontró con una mujer visiblemente más joven que ella, unos quince años más joven, morena, que, desde su banco, la contemplaba. La sorprendió descubrir que no se cortaba al mirarla, sino que parecía disfrutar con el espectáculo de sus maduras curvas. Se limitó a responder con una sonrisa breve. Pero la joven morena insistió:
Mataría por unas tetas como esas y por tener el culo la mitad de bien puesto que tú.
Entonces se percató de que no dejaba de mirarla, no se había limitado al comentario, sino que persistía en su contemplación. Con un punto de vanidad, apreció que realmente a sus 40 años tenía un cuerpo que la morena con 25, era normal que envidiase. La joven tenía unos pechos de los que ella hubiera sentido envidia 20 años atrás pero que, momentos antes, pensaba que se alegraba de no haber tenido. No medía más de metro sesenta, y a pesar de ser poco menos de lo que medía ella, al pertenecer a un cuerpo con curvas más que generosas, quedaba poco estilizado para una chica tan joven. Pero, no queriendo parecer maleducada, dejó de mirar, volvió a sonreír y se dirigió a la ducha.
La morena la siguió con la mirada.
Ya en la ducha, abrió el grifo, graduó el agua dejándola más caliente que tibia y disfrutó del vapor que lo inundó todo en segundos. Y así, entregada a las bendiciones del agua caliente, cerró los ojos.
No habrían pasado treinta segundos cuando pudo descubrir que la mirada de la morena no escondía envidia ni admiración, sino deseo.
Sintió antes sus manos que su presencia. Aún no había abierto los ojos y sintió unos dedos posarse en su pecho derecho. Al instante, otros dedos hacían lo mismo en el izquierdo. Ahí estaban, como mariposas, posados sin moverse. Y el agua seguía corriendo, y el vapor continuaba ascendiendo inundando el espacio entre ambas.
Abrió los ojos y los encontró, unos centímetros más abajo que los suyos, dos ojos azules que la escrutaban. Y no sabe si fueron esos profundos ojos, el olor almizclado del sudor de ambas mezclado con el vapor, la vanidad de sentirse admirada y deseada a partes iguales por aquella mujer tan joven, o las ganas de experimentar, que no sólo se dejó hacer sino que supo hacer.
Los dedos de la morena dejaron de ser mariposas para convertirse en garras que apretaban los pechos que segundos antes acariciaban. Instintivamente abrió las piernas, levantó los brazos y dejó que la morena la recorriera. Comenzó entre ambas un sincronizado juego: sus manos pasaron de los pechos a la cintura, de ahí a sus nalgas, donde como garras, volvieron a clavarse, y de éstas a sus ingles. Entonces ella comenzó a descender sus brazos por su propio cuello, por sus propios pechos, por sus pezones, y de ahí saltaron sus manos, con la manicura hecha, a los enormes pechos de la morena, que exploraba sus ingles con irritante lentitud. No podía lamer sus propios pezones pero podía devorar los de su contrincante, y eso hizo. El chorro de agua había parado y sólo quedaban el vapor y ellas dos, frente a frente. Mientras sujetaba a la joven contra sí, como tantos hombres habían hecho con ella, pelvis contra pelvis, asió los glúteos de la morena, esos que duplicaban el tamaño de los suyos pero no por ello eran menos atractivos, ya que contaba con las bendiciones de las carnes de menos de 40 años, esas que ella perseguía en el gimnasio día tras día. Los manoseó con desesperación y cuando los hubo recorrido enteros, se centró en esos pechos que la iban a alimentar. Salvaje como nunca, hundió su cara en cada uno una vez tras otra, mientras su compañera echaba el cuello hacia atrás. Aprovechando la ventaja de sentirse la dominante en ese momento, giró a la morena contra la pared de las duchas, y desde atrás, la abrazó dejando que sus manos fueran ahora las que se convertían en garras sobre los pechos que acababa de saborear. Así, con la otra de espaldas, se arrodilló y mordió esas nalgas que ya conocía. Ahora sería la morena la que aprovecharía, que de rodillas, su diosa estaba en desventaja. Se giró lentamente dejando las pierna abiertas y su coño joven como una fruta delante de la boca de ella, que ahora era como un animal, que rápidamente supo qué hacer ante semejante visión: seguir devorando. Con su lengua dibujó el sexo moreno y menos depilado que el suyo de su pupila. Hundió la lengua primero en sus ingles y luego en su vagina, esa cueva de las maravillas. Y de ahí a su clítoris, pulsátil e hinchado, como un pequeño corazón en medio de ese laberinto. Cuando se hartó de hacer, cambió de rol para dejarse hacer: ahora quería ser la víctima otra vez y dejar de ser la depredadora. Al ascender, no pudo evitar lamer los pezones de la morena un a vez más, y en sus últimos segundos de bestia, no pudo reprimir morderlos también, suavemente, haciendo que la nueva animal salvaje acumulara un poco más de deseo si cabía.
La morena la acorraló, de frente, contra la pared, le sujetó las muñecas detrás del cuello y le propinó un pequeño azote en el muslo que la hizo gemir. Así, inmovilizada, le introdujo sus dedos en el coño maduro, en la fruta madura, y tanto fue así que salieron empapados de su jugo. De ese jugo hizo beber a su víctima. Entonces empezó a delimitar su clítoris, accesible al encontrarse totalmente libre de vello, totalmente depilado, cada vez más intensamente, mientras susurraba al oído de su víctima “te he estado esperando tanto tiempo…” No podía más, y así, inmovilizada por una mujer 15 años más joven contra la pared de una ducha de gimnasio, como si de un bendito y delicioso castigo se tratara, se corrió dejando un rastro de jugo escapar del interior de su madurez. Quizá ese era el final de su purgatorio. Entonces, aturdida y agradecida, se dispuso a compensar a la morena ejerciendo de nuevo de dominante ante la que sería una víctima perfecta. Y justo cuando su imaginación iba a empezar a volar sólo para ella, ambas se paralizaron al escuchar la puerta que se abría. Había acabado la clase siguiente y el vestuario volvía a ser un vestuario, y ellas, dos mujeres envueltas en una toalla que se iban a vestir tras la ducha.
Entre el jaleo de las nuevas ocupantes de la habitación, ambas se vistieron, recogieron sus bolsas de deporte y se dirigieron a la puerta. Conforme se acercaban a la salida, ella sentía más y más ganas de coger a la morena, la misteriosa morena, y arrinconarla para devolverle tanto placer, pero era evidente que no era posible allí en medio. Así que ya en la calle, se presentó:
Me llamo Rosa, no me gusta dejar las cosas a medias. ¿Me acompañas a casa?
Y juntas se fueron a terminar el que sería el primero de tantos encuentros para ambas.