jueves, 28 de febrero de 2008

Vibradores de uña




En respuesta al comentario en el post de la poesía de Abigail, vamos a hablar de algún vibrador de uña. Son todos muy parecidos, pequeños, ajustables al dedo, vibración uniforme (basta con aumentar la presión para tener mayor placer, no necesitas velocidades), con pilas de botón y muy prácticos y discretos. En los placeres de Lola hay uno de látex con forma de delfín por solo 15 euros que promete, pero me he decidido a buscar algo más.





Y buscando, buscando, en SexSearchShop me he encontrado esto:







¡Un succionador de clítoris!



La pinta es muy turbia, lo sé, pero a la mujer de la foto de la caja parece gustarle. Explico brevemente como va: Aclaran que es ultra suave, que lejos de tranquilizar a mí me preocupa que tengan que aclararlo, pero bien, sigo: la bomba manual de vacío sirve para eso mismo, para hacer vacío y succionar el clítoris (por Dios os pido que si vais a usar esto algún día sea en compañía de un buen lubricante, recordad: acquaglide), una vez succionado, le dais a una rosquita que es la velocidad del vibrador.. y voilá... tenéis vuestro orgasmo diseñado por 22 eurillos y los milagros de la física aplicados a un cachibache feo y aparatoso pero parece que efectivo.



Y ahora mi recomendación,



como ya había dicho, todos los vibradores de uña tienen más o menos el mismo aspecto. He encontrado en esa misma página (SexSearchShop) uno que rompe el esquema que dije antes, así que será el que te recomiende: un vibrador de clítoris que sí que lleva siete velocidades y ritmos, y que, como ya sabemos, es mucho mejor que los uniformes.



El LITTLE VELVET KINGPIN




¿Que por qué es tan feo? ¿De verdad te importa? SI-E-TE VE-LO-CI-DA-DES

Canela por Cati Salva

Su piel me recuerda a la canela. No por el olor, sino por el aspecto aterciopelado y el bronceado.
Es verano y triunfan camisetas de tirantes, faldas y pantalones de talle bajo. Veo su cadera, la perfecta pero exigua curva de su vientre y su ombligo al aire. Noto cómo el aire acondicionado hace visible el vello de sus brazos morenos. Casi puedo sentir cómo se le pega la ropa a la piel...

Viene a hablar conmigo y se me van los ojos a la curva de sus senos. Pequeños pero hermosos, acordes con su cuerpo. Me recuerdo a mí misma que tengo que mirarla a los ojos, a esos ojos verdes que tanto me turban.

Su pelo, que huele a champú de hierbas, me roza el brazo mientras me habla inclinada sobre el escritorio señalando la pantalla.
- Si te parece procesas tú este y yo me encargo del siguiente.
- Muy bien, ahora me pongo.
- Gracias Laura, eres un encanto.
- De nada mujer, faltaría más...

Me sonríe con esos dientes sorprendentemente blancos en contraste con su piel morena. Lleva todo el verano entre las fiestas nocturnas que la llenan de químicos y las playas de arena blanca que le limpian la sangre. Suele contarme sus juergas el lunes, lo mucho que se pasó, lo salvaje que fue la última vez que se fue a Ibiza... a mí me encanta oírla, pero creo que no la escucho demasiado. Se me pierde la mirada en ese cuerpo...

Se supone que soy hetero. Se supone que tengo un novio con el que disfruto mucho en la cama. Se supone que ella es hetero. Se supone que nunca va a pasar nada porque trabajamos juntas...

Entonces, ¿por qué me muero por desnudarla?

Los días se pasan volando. De piratas blancos a falda negra, a vaqueros, a camisetas rosas, verdes, con dibujo, lisas. De pelo castaño a negro azabache manteniendo el largo... no me pierdo ni un detalle porque todo lo suyo me encanta. El hoyuelo en su barbilla, el piercing en la lengua, los brazos finos, la forma en que se ríe. La sigo con la mirada mientras se mueve entre las estanterías, erotizada con su mera presencia.
Por las tardes salgo y veo a mi novio, que está encantado de que me lleve bien con Rosa. De que conozca a alguien más que se mueva en su ambiente.
Que sabe que adoro la canela pero ni se imagina lo afrodisíaca que me resulta ahora.

¿Se supone que soy bi? No lo sé. No puedo decir que me gustan las mujeres, pero sí puedo decir que me gusta ella. Que no quiero ser su pareja, pero sí quiero apropiarme de su cuerpo durante un rato.

Estamos en el baño, amplio y luminoso. Me está contando que se quiere hacer un piercing nuevo. En el pezón. Se me hace un nudo en la garganta y me sonrojo mientras me lo explica, acunando uno de sus senos con la mano para darle más énfasis a lo que me cuenta. Hoy lleva una falda larga verde oliva y una camiseta de tirantes de color tostado, más canela sobre su piel y más verde para sus ojos. Empiezo a notarlo, empiezo a saber que no voy a poder contenerme si sigue hablándome de sus pezones... quiero olvidarme de lo que me ha dicho, pero es demasiado tarde. La beso mientras una de mis manos se acopla perfectamente al otro seno, el que le queda libre.
Espero el guantazo, el empujón o lo que venga. Al menos la habré tocado, la habré besado, habré probado un poco de su cuerpo... pero nada de eso llega. Primero se queda inmóvil y luego, sin preámbulos, su lengua recorre mis labios y busca mi mayor secreto: el deseo que siento por ella.

Mierda. ¿Qué estoy haciendo? Seguro que está fumadísima y luego se arrepiente. Y yo, ¡que tengo novio!. Me separo y la miro con la respiración agitadísima, toda deseo y confusión.
Sus ojos verdes relampaguean y se pega a mí. Me empuja a uno de los lavabos y entre las dos echamos el pestillo. Y dejo de pensar porque su lengua no me deja, porque su cuerpo está caliente y reclama atención.
Levanto su falda y mis dedos buscan su pubis, pequeño, perfecto. Noto la humedad y froto con más fuerza, describo círculos, exploro cavidades... Contiene la respiración. Busco con mis dedos, mientras descubro su pecho y lamo uno de sus pezones. Gime débilmente y oímos la puerta, así que nos quedamos muy quietas mientras al lado hay alguien que ignora lo que está pasando.

No puedo creer que esté haciendo esto. No puedo creerlo, pero lo estoy haciendo. Y me gusta.

Puerta. Agua. Papel. Puerta. Silencio.

Y volvemos a besarnos, a mordernos, a hacer círculos con las caderas y acompasar nuestros movimientos. Me agacho y observo el vello púbico, recortado, igualado, sensual. Mi lengua busca sus puntos débiles con avidez y los encuentra, uno detrás de otro, a un ritmo vertiginoso ahora. Gime cuando su cuerpo no puede más, rindiéndose por completo, abandonándose a mi merced. Se tapa la boca con una mano, intenta no hacer ruido. Yo me retiro con la piel roja, los dedos húmedos y una sonrisa más que maliciosa. La beso despacio, recreándome en sus labios, aspirando su aliento agitado.
La abrazo y le susurro que tengo que volver a mi sitio. Me hace una insinuación pero no, yo no quiero nada más. Me encanta tal como ha sido.
- Yo saldré primero.
Asiente y me deja salir escondiéndose tras la puerta. Me lavo las manos y me enjuago la cara para bajar la rojez, y justo cuando me estoy secando entra otra compañera que me pregunta si estoy bien. Debo tener una cara... Digo que he tenido un bajón por la regla (que no tengo) pero que ya se ha pasado y vuelvo a mi sitio.

A los dos minutos pasa Rosa y ni me mira, disimulando perfectamente. Se sienta en su sitio, dándome la espalda.

Un minuto después me llega un aviso por el sistema de mensajería interna.

"Ni una palabra"

Respondo

"No se repetirá"

Veo cómo se vuelve y me mira. Primero seria, luego con una sonrisa.

domingo, 24 de febrero de 2008

¡Empiezan a llegar las primeras colaboraciones de esta nueva tanda de relatos eróticos!

Quiero ser tu cortesana,
ardiente y humeda,
puro fuego infiel,
tú, mi caballero noble
y las estrellas del cielo
iluminando nuestros pies.
Quiero que estemos juntos,
un pacto de sexo y piel,
el amor aquí se ausenta,
no lo tendremos en cuenta,
no te amaré.
Prometo servirte siempre,
tus deseos complacer,
darte calor en las noches de invierno,
y en las noches de verano darte miel.

Abigail López



Envía tu colaboración a a.menendezfaya@hotmail.com

Hazme lo que quieras

-Hazme lo que quieras.
La voz de ella –la mujer rubia- retumbó en mis oídos como si se tratase de un rayo entando por la ventana y resquebrajando los pilares de la casa que había abierto sólo para sus piernas, para que sus largas piernas se deslizasen por las baldosas hasta mi cocina.
Se perdió camino del salón y me dejó allí, cuchara en mano, removiendo la salsa de la cena. Lo que quieras, y lo que yo quería ahora no era hacerle ninguna salsa de pimienta que acompañase ninguna carne que no fuese la suya. No quería hacer nada que no fuera meter las manos entre su blusa y su piel, uña con carne, labio tras labio mezclados de sudor y sangre. Una vez me mordió tan fuerte, tan seguido, que acabó haciéndome eso, sangre, y era el único sabor que quería probar ahora.
Escuché sus tacones desaparecer y supe que ya había dejado a los flecos de mi alfombra jugar demasiado con los dedos desnudos y rosados de sus pies. Fetichista, sí, llámame lo que tú quieras, pero no podría describirte con fidelidad lo que sientes al ver ese primer plano de su talón impoluto que parece no contactar con el suelo jamás (el de ella, que tantos suelos ha pisado y a tantos ritmos ha corrido, que me hace perder la cabeza cada vez que traspaso el umbral –cualquier umbral de cualquier puerta- y lo veo ahí, desafiante, prepotente, alzándose ante mis ojos, retándome a masajearlo, a cuidarlo, a morderlo).
Ella –la mujer rubia- me incita a la lujuria más completa. Me despierta al animal que duerme dentro de mis entrañas y lo suelta en celo a correr detrás de sus ojos verdes y amarillos, lago apestado de nenúfares venenosos. Veneno, y nada más que eso. Pérdida de razón, de conciencia, de memoria. Abstracción de mis noches pasadas en otro cuerpo y en otra cama, en otra relación, en otra vida. Se tumba de pies a cabeza en mi sofá y se deja observar, sabiéndose diosa y musa de todo lo que escribo. Altiva. Con una rodilla en alto para abrirme siempre paso a sus secretos –ya nunca más- hirvientes. Y luego vuelve a susurrar... hazme lo que quieras... mientras muerde con mimo, con furia, los cuellos de mi camisa nada más rodear sus brazos con los míos, y se cuelga de mi pelo con las manos hechas garras.
El recuerdo de su boca por primera vez acercándose a la mía me recorre la espalda, de la nuca a los glúteos, en medio segundo. Cómo entreabre los labios cada vez que te besa, -a ti también, ¿por qué no?, si se lo pidieras- cómo pasea su lengua por los tuyos, dejándote un sabor a hiel, una sed infinita, una sal que sólo desaparece con su saliva, con el tacto de su piel, su cuello, su oreja, su pecho, su carne. Cómo te muerde el mentón y te clava los dientes en el hombro dejándote marcas que no podrías enseñar a nadie de tanto dolor como duelen. Una vez me mordió tanto el bíceps que se me puso morado, y otra vez me mordió en el dedo índice y me hizo sangre, y una chica que me encontré a la salida del baño pensó que me había cortado con un vaso. Porque eso es lo que tienen sus dientes de serpiente, que son tan afilados como el cristal de un vaso cuando se rompe. Y las uñas. Una vez me arañó tan fuerte en el costado que hasta se me hinchó y tuve que curármelo con alcohol porque me escocía menos que sus besos.Y te engancha, te crea adicción a todo lo que la rodea, a ese mundo que no puedes tener porque es sólo suyo. A las miradas de los hombres que se vuelven a verla pasar por la calle, al contoneo de su cintura cuando cruza el parque por delante de ti, sin mirarte (que ella no te conocerá nunca en la calle). A las ondas de su pelo saltando al compás del toc-toc de sus tacones, hasta que se queda descalza y te ofrece el pie sentada o tumbada, te lo pone en el muslo, te lo va subiendo por el vientre quieras o no .como las hormigas que te suben a la vez por dentro- te lo pone en un hombro y te golpea con él, insolente, mientras disfruta un metro y setenta y dos centímetros más allá al ver cómo pierdes el control y te dejas vencer por él –por ella- y el pasas la putna de la lengua por el empeine camino de su otra piel, la que mueres por besar, morder, lamer, soplar, observar, lamer, morder, lamer, soplar, soplar, lamer, perderte en ella y abrir tus oídos en la celestial sintonía que exclama, te reclama, te eriza la piel y se pierde y se muere dentro de tu cabeza para resucitar después, cuando menos lo piensas y cuando menos lo quieres: en un ascensor, en una cena de empresa, en tu cama, y te conecta directamente con su recuerdo y no tienes más remedio que volverte a dejar vencer, coger el teléfono y marcar su número para que vuelva a deslizarse por tus sábanas y por tu cuerpo, para que vuelva a sentarse sobre tus rodillas y te mire con esos ojos verdes que te matan, y que te acaricie el pelo, y te sople todo su olor a la cara. Que te niegue los besos apartándose con timidez y falsedad si tú los buscas sin su permiso, y de vez en cuando que te sonría y te diga alguna tontería: ...hazme lo que quieras...; y vuelvas a perder la cabeza y el sentido del tiempo, del espacio, de la responsabilidad, de la culpa... y el dolor como agujas clavándose bien dentro al verla cerrar la puerta por fuera hora y diez minutos después buscando el calor de otro pecho.


Ese es mío,

si quieres ver el tuyo aquí también, mándalo a a.menendezfaya@hotmail.com.




Ah, y poneros guapos, ¡que este mes salimos en la Sexologies!.

sábado, 23 de febrero de 2008

Respondiendo dudas, vibradores vaginales

Lo primero de todo es distinguir entre un vibrador simple, vaginal, claro está, y algo más complejo pero más efectivo que es el vibrador de punto G.






Para el primer grupo, que es el más vendido, el más comprado, el más deseado, hay cientos de cachibaches iguales, así que si vas a decidirte por uno de ellos, elige, al menos, el que sea más mono y más divertido. Como ya hemos dicho muchas veces, los hay con programas de vibración que pueden ser tu gran salida, o con un mando (o rosca en la base) que simplemente aumentan y disminuyen la velocidad. El mejor material, sin duda, el látex. Ya que estamos aquí para enseñarte algo diferente y divertido, vamos a hablar de este chiquitín:











Razones por las que me he enamorado a primera vista de este vibrador:



-Tiene una forma no-fálica que si tu sobrino/primo/hermano/hijo encuentra no va a decir: qué es esto. Esto se aplica también a tu madre, tu padre y tu abuela.



-Mide 12 centímetros, un tamaño ideal para un vibrador, aunque muchas se empeñen en comprar los de 22. Con 12 llega a donde tiene que llegar, para qué quieres más.



-Es ab-so-lu-ta-men-te silencioso.



-Es de látex, como ya he dicho, el mejor material.



-Tiene velocidad progresiva y tres programas de vibración.



-Cuesta -en los placeres de lola- 41 euros.



-Es ¡resistente al agua!



-Y es... moníííííííísimo.





Para empezar, está genial. Eso sí, yo te recomendaría que si quieres seguir con la aventura vaginal busques también algún vibrador de punto G, que te pone más fácil la exploración y es 100% efectivo.



Como supongo que ya sabréis a estas alturas, los vibradores de punto G son todos iguales: tienen la punta curvada para que simplemente tengas que introducirlo en la vagina y ellos sólos ya se enfocan en el punto G. El caso es que como son todos más o menos iguales, se distinguen sólo por sus programas de vibración, forma y materiales (aquí es mejor silicona que látex, porque es más flexible y vas a tocar la segunda zona más delicada de tu cuerpo). Por ello, y ya que aquí intento sacar cosas nuevas, traigo este ejemplar único, el rock chick:

Cuenta la leyenda, que al acoplarse y estimular a la vez vagina, punto G, y clítoris, el orgasmo es tan intenso que no sabes de dónde te viene. Creo que con eso he dicho suficiente. Ese puntito metálico que ahí veis es una bala que va con tres pilas de botón y la puedes activar o no. Vamos, que te dejan la libertad de que te mueras de placer o simplemente tengas un orgasmo normal.

Es muy recomendable usarlo con lubricante, al ser un aparato que queda 'ajustado' durante un tiempo ilimitado. Y también se recomienda que si quieres mayores beneficios puedes usarlo a una temperatura no ambiente metiéndolo antes en la nevera o en agua caliente. ¡Pero para qué!

Precio, también en los placeres de lola, 60 euros.

viernes, 22 de febrero de 2008

Lo prometido es deuda

Como había dicho, y con un pelín de retraso, aquí viene un fragmento del reláto erótico con el que Cati colabora en la revista GE-mag, que como ya sabéis, podéis encontrar en www.ge-mag.com y que os gustará.
No quiero obligaros a visitarla, pero es que por cada uno de vosotros que no clicáis ahí, muere un gatito en el otro lado del mundo.

Y aquí el fragmento:

"- ¿Y esto?Raúl sonríe - un deje de malicia en las comisuras de loslabios y un brillo travieso en la mirada - y responde- He pensado que igual te hacía gracia... no sé,podríamos probar algo... por cambiar...- Y ¿qué tenías pensado exactamente? –digo mientras abro la caja y extraigo el contenido.Lo observo todo desplegado sobre la mesa del comedor mientras Raúl, que todavía no me ha respondido, me abraza por detrás. Me besa el cuello y me muerde mientras me abraza más fuerte y sus manos me acarician..."


Y para dentro de poquito, subiré otro relato suyo. ¡Qué pasa! ¿los demás no os animáis a probar las grandes ventajas de la escritura erótica? Menudos cobardes estáis hechos...

Y como para muestra un botón, en el próximo post pondré un texto mío.






¡Cobardes!

martes, 19 de febrero de 2008

Kits

Para las que no acabais por decidiros por un vibrador u otro, y no queréis gastaros toda la paga en ir probando, existen muchísimos kits por unos 40-50 euros con los que ir probando y después decidir cuál quieres quedarte, o si vas tan sobrada con el kit que no necesitas probar nada más.

Estos kits llevan unos 5 o 7 cabezales intercambiables que se colocan en un potente vibrador bala. Los materiales van desde el plástico más rudimentario y barato al latex, y en algunos casos pasando por el metal de las fantasías SM-BD.

Los cabezales son, generalmente, de los cuatro tipos: estimulación anal, vaginal , de punto g y clitorial, y en algunos casos podeis encontrar también anillos estranguladores, lubricantes y vibradores, todo está en función de cuánto os queráis gastar y cuán completa queráis que sea vuestra colección.

El caso es que para probar, es mejor que compréis un vibrador normal en cualquier sexshop, pero una vez iniciados/as, nunca está de mas ir aprendiendo cosas nuevas y renovando el inventario, que como decía aquel, conocer es saber, y para conocerte a ti misma no hay nada mejor que ir evolucionando tus técnicas de masturbación.


Os dejo con el kit de la señorita Pepis que podéis encontrar en Los placeres de Lola.


lunes, 18 de febrero de 2008

¡ Estimuladores prostáticos al ataque !

Ya está bien. Yo entiendo que casi todas las que leemos este blog somos mujeres, pero, ¿qué hay de los hombres? ¿Y qué hay de las mujeres que os preocupáis por vuestros hombres?


Tengo una clienta mayor que está preocupadísima por su vida sexual porque con la edad ha ido desapareciendo progresivamente, y no hace más que preguntarme por los estimuladores prostáticos como si fuesen la solución a todos los males sexuales de su matrimonio, y en gran medida puede ser así, pero se nos olvida que es muy dificil convencer a un hombre de que los use, y más si tienen una forma como esta:



El Nexus Titus. Feísimo, sí, pero efectivísimo también. Tiene un modelo anterior que es mas pequeño, pero por lo que sé de él, este es muchísimo mejor. Explico brevemente como funciona porque dado que no tengo próstata no lo he probado, y agradecería que si alguno de mis lectores me hace caso y lo prueba comentara si miento o no y nos sacase del error:

Con mucho lubricante, como siempre (y si puede ser Aquaglide que es el más concentrado y mejor) lo introducís vía anal. Se quedará fijo y presionará la próstata, punto G masculino para el despistado que no lo sepa. Una de las dos 'patitas' se queda rozando el perineo y por tanto lo estimula, produciendo un doble placer (sí, dejad los complejos anales, esto da placer y mucho); en otra lleva una bola que se va girando manualmente y cuya rotación produce un efecto vibrador muy suavecito, casi imperceptible, pero que vais a percibir, eso seguro.

Total, amigos lectores, espero que alguno tenga el valor de probarlo. O al menos que no vuelva a hablarle de sexo anal a su novia si no se atreve a dar y recibir.

domingo, 17 de febrero de 2008

Silvia Uslé




Silvia Uslé

Aunque salimos supermal porque el avispado fotógrafo no nos dio ni un segundo para colocarnos (posar, digo) estas somos Silvia Uslé y yo misma.Silvia fue mi gran descubrimiento de la noche, me parece una persona con una vida increible que pagaría por tener y además su cuento ya cuando me leí el libro la primera vez me pareció de los mejores. será porque a mi el mundo del SM-BD me llama la atención de forma super inquietante.
Su frase del día, en la rueda de prensa: "yo escribo literatura erótica porque ligo más"Amén. Espero fervientemente que tus designios se hagan realidad en mi también.Y Fragmento del cuento de Silvia incluido en el libro LO QUE LOS HOMBRES NO SABEN:
“El Gabinete de Sadiana”
Tras la conversación entro en el gabinete, abro el armario y me pongo a buscar el uniforme de colegiala para la sesión de voyeurismo: una camisa blanca y una faldita escocesa muy corta que no acabo de encontrar porque están debajo de la silla de montar a caballo. Aquí tenemos trajes para todas las sesiones de rol imaginables: policía, enfermera, superheroína, militar, secretaria, etcétera. «Cuéntenos su fantasía sadomasoquista, que nosotras se la representaremos por el módico precio de…» es nuestro lema. Las sesiones de voyeurismo son una invención de mi jefa, que tiene mucho ojo para los negocios. Nos anunciamos en la sección de relax bajo el título de «Ama Sadiana y su esclava: sesiones de voyeurismo. Zona Orense. 500 euros». El anuncio ha tenido mucho éxito y el teléfono no para de sonar. Se llaman «sesiones de voyeurismo» porque el cliente se limita a mirar (obviamente y considerando que las escenificamos única y exclusivamente para él, éstas tienen de «voyeuristas» lo que yo de lagarterana, pero ésa es otra historia). Durante este juego de rol en concreto ella hace de dominanta y yo, de sumisa. Conoce mis límites de dolor y no los rebasa nunca (sólo cuando tiene un mal día o está enfadada conmigo). Nuestra palabra clave es «blue»; cuando yo la pronuncio ella para. Así de simple…”
Y en la próxima actualización..................................................
¡¡ FRAGMENTO DEL CUENTO DE CATI EN LA GE-MAG !!
Si no podéis esperar:

viernes, 15 de febrero de 2008

G-Mag y los motivos por los que no actualizo con más detalle

Voy a ir poniendo alguna foto de la fiesta presentación del libro LO QUE LOS HOMBRES NO SABEN para pasar el tiempo, y eso. Soy asi de vaga. Os haré un post cronica de lo que pasó, pero es que hoy sigo con el jet lag o algo que me impide hacerlo



Ahí me tenéis con otra de las autoras del libro, Coché Echarren.¿Que por qué empiezo por ella? Porque, a parte de tener los ojos más bonitos que me han mirado jamás, (y estoy incluyendo en la lista los ojos de ella -la mujer rubia- aunque me cueste una abstinencia de semanas) ha colaborado en la G-Mag con un texto que me ha (L) encantado (L).Como que qué es la G-Mag. La G-Mag es una revista impulsada por Lucía Etxebarría y el fotógrafo Luis Gaspar, que no tiene ni una sola esquina de publicidad, y que os podéis descargar AQUI www.ge-mag.com.¿Que por qué la anuncio? ¡porque colaboro en ella! y porque no os pienso dar más consejos calenturientos si no pasais por ahí.

Os pongo un fragmento más del libro que, espero, ya teneis.


Coché Echarren. “el autobús no cuenta”

“… —Iba en un autobús. No sé si estaba leyendo o mirando por la ventanilla cuando sentí que un brazo rodeaba mi espalda bajo la cintura y otro se apoyaba a la misma altura pero por delante, o sea, con la mano en mi ombligo. Pensé que igual llevábamos así colocados mucho tiempo. Recordé que al subir el hombre que se sentaba a mi lado me había mirado con interés… Yo sostenía unos folios arrugados en la mano izquierda y en ese momento no supe qué hacer con la derecha. Me revolví un poco para intentar que me soltara buscando una postura, pero conseguí lo contrario: me sujetó con más fuerza y los dedos que tocaban mi ombligo bajaron un poco más. No me atrevía a mirarle y además tal y como estaba colocada no hubiera podido sin que nuestras cabezas se juntaran. De reojo distinguí un pelo revuelto, duro, rubio oscuro, joven. Me quedé quieta y respiré para pensar: nadie nos miraba. No sabía si él estaba dormido. Lo mejor, sin duda, era que yo me durmiera para no enterarme de nada. Apoyé la cabeza en el cristal de la ventanilla, dejé caer los folios al suelo y cerré los ojos. Sin pretenderlo rocé su mano con la mía al relajarla, la aparté enseguida. Por el corte me puse nerviosa y volví a revolverme ligeramente, pero entonces sus dedos bajaron un poco más. Ya no sólo rozaban la blusa, sino también la falda. Me quedé muy quieta, como si estuviera profundamente dormida. Me pregunté si él había tomado la determinación de tocarme nada más verme o si lo estaría haciendo dormido de forma inconsciente. Abrazó más fuerte mi tripa y uniendo los dedos me hizo una caricia muy leve, como si nada. Luego volvió a quedarse quieto. Podía haber sido el movimiento de un sueño, pero fue suficiente como para que me entraran muchas ganas. Me volví, giré la cabeza hacia la suya sin abrir los ojos, obligándole a acariciarme de nuevo con el movimiento. Estaba muy cerca, podía olerle. Olía a pelo, a piel y un poco a gas de cocina, ni colonias ni tufos. Me gustó. Respirábamos a la vez. El aire de su nariz llegaba a la mía. Su mano volvió a moverse y bajó…”