jueves, 17 de abril de 2008

Uno de los relatos eróticos ganadores del concurso "lo que los hombres no saben" (enhorabuena!)

“Maravillosismo ilustrado” por Irela

Desde que cumplí los treinta, los hombres me dejan mucho, normalmente –eso dicen-, porque soy maravillosa. La más divertida, la más guapa: la más maravillosa; y por supuesto, la que mejor folla. “Pero no puedo seguir en esta relación… por problemas que sólo tienen que ver conmigo”.
Claro, podría indagar cuáles son esos problemas, pero, por mi propia felicidad, he aprendido a no formular preguntas cuya respuesta no me interesa oír (¿Me quieres? ¿Hay en el reino alguna más maravillosa que yo?). Y además, tengo la certera intuición de que difícilmente escucharía la respuesta verdadera, ésa del tipo: “Por la noche le rezo a mi exnovia”; “Me excita el sacerdote que nos da el cursillo prematrimonial” o, simplemente, “No me gusta el dulce aroma de tu flor de loto”.
Así que me conformo con ser maravillosa, y simplemente les pregunto: “-Pero, si dependiera de ti elegir a una de los Ángeles de Charlie ¿seguirías escogiéndome a mí, verdad?”. “-Ni lo dudes”.
Soy un ángel y soy maravillosa, y es posible que en ocasiones me relumbre la aureola, porque en mi última visita al Ambulatorio dos señoras me pasaron devotamente un pañuelito por el brazo, pero la enorme cola de enfermos junto con la calefacción al máximo eran capaces de trastornar a cualquiera, también tengo que contarlo.
Ahora bien, que quede claro este axioma: por muy maravillosa que seas, te puedes quedar colgada en el día de San Valentín. Yo misma, el último 14 de febrero, abandoné la corona y la aureola en la mesita, y pasaba la tarde tristemente acurrucada en el sofá, con mi cara de tortuga y el caparazón (tamaño grande) que heredé de mi abuela. Normalmente, en el ajuar son las madres las que legan a sus hijas el caparazón contra desamores, pero la mía necesitó muchos años para comprarme una vajilla a piezas de la Cartuja, y al final me quedé con el de mi abuela, que según me contó en vida, siempre le sirvió de gran uso y consuelo. El caparazón, no sólo es muy cómodo para aovillarse dentro y sentirse arropadita en cualquier postura, sino que sirve como escudo de nostalgias, envidias y asechanzas del enemigo. Lamentablemente, desde que la Lista de Bodas se pone en el Corte Inglés, o directamente se solicita el sobre con relleno, el uso de caparazón se está perdiendo, mientras aumentan las ventas de las almohadas cervicales.
Como digo, estaba delante de mi tele mal sintonizada, que lo único que captaba con definición era el canal local, ése en el que aparece una médium reteñida y tres ventanitas porno, y un listado de SMS debajo, casi todos de índole desesperado-sexual: “hombre busca…”; “hombre busca…”; “hombre busca”; y alguno de interés social: “Si quedáis con un tío que se hace llamar Jack y tiene un ford-fiesta rojo, cuidado, tiene ladillas”.
Preciso que, a pesar de los mágicos efectos apaciguadores de mi coraza heredada, sentía cierta rabia al imaginar a mi ex alegremente divertido, quizás entre sábanas de corazones, con alguna pelandusca de ésas que se dedican a recoger a los ex perdidos. Y además tenía un subidón hormonal prerregla contra el que no se conocen remedios, médicos ni mágicos, que me provocaba cosquillas desde el útero al centro de las entrañas, que me llenaba el cerebro de extrañas imágenes fálicas, y que, resumiendo, me tenía transformada en una desesperada sexual cualquiera; también denominada “salida”.
Leo entonces en los SMS (y yo no tengo la culpa de poder leer cualquier cosa muy rápido, Dios lo quiso así): “Pareja busca chica para cena de San Valentín. Sólo buen rollo. Postre opcional. 657 12 31 23”. Llamo. Cuelgo. ¡Oh, Dios mío, cómo he sido capaz! Y antes de poder fustigarme por mi mala conducta, me devuelven la llamada. Una chica en-can-ta-do-ra me anima a acercarme a un restaurante bastante próximo (y decente). Y como yo siempre he tenido ese grave problema para decir “no”, me apresuro a salir del caparazón, me pongo una ampolla tensora en la cara de las que anuncian para quitar la cara de tortuga, y con temblequeo en las manos me pinto una raya en los ojos que haría palidecer el maquillaje de la propia Nefertiti.
Evoco los pasajes de “Ya no sufro por amor” para elevar la autoestima y me repito: soy guapa, soy divertida, soy maravillosa. Y con esto y unos condones en el bolso me largo de casa.
Llego al restaurante y una pareja, bastante mayor que yo, me hace una señal acompañada de enormes sonrisas. Me acerco también sonriendo, que yo estoy muy bien educada, como matiza siempre mi madre, “gracias a que ella se sacrificó llevándome al colegio de paga”. Me invitan a sentarme. Nos estudiamos: Él está cerca de los 50 pero bastante bueno. Es relativamente guapo y tiene un cuerpo bonito, con unos hombros anchos, y señales evidentes de que acude moderadamente al gimnasio. Pero… -y de verdad que casi me caigo de la silla al reparar en ese detalle-, luce a modo de corbata esos cordoncitos acabados en metal que debieron de estar de moda en el oeste americano. Me mantengo en la silla pero la libido se me cae al suelo.
La chica, que también sobrepasa ampliamente los 40, es como una mamá de clase media, pero de las de antiguamente. Algunos kilitos de más, pelo falso platino, ligero cardado, y como único signo de modernidad, unos vaqueros cuatro tallas inferiores a la suya, de ésos que tan de moda han puesto las sudamericanas. Y que, por cierto, sientan fatal para quienes no nos atraen las carnes apretadas y reventonas. Pero tiene una sonrisa preciosa, una voz muy dulce, y es extremadamente simpática.
Pronto se me olvida que somos unos desconocidos, porque ellos hablan dicharacheramente de las muchas ventajas de los clubs de intercambio, y yo, en vez de cenar me estoy metiendo unos lingotazos de White Label.
El chico propone tomar la siguiente en su casa, y yo, alegre como unos cascabeles, encantada de que me retiren la silla, me paguen la cuenta y me digan que soy preciosa, me subo al coche de mis simpáticos amigos sin comprobar siquiera si guardan motosierra en el maletero.
Me siento modernísima mientras hablamos de las cenas de intercambio que ellos organizan todos los sábados y fiestas de guardar, y en apenas diez minutos, estamos sentados en el sofá de su hogar. Y digo hogar porque no le faltaba de nada: las cortinas de flores, el tapete de ganchillo, un gigantesco aparador de nogal para incrustar la tele y cornucopias doradas encima del recibidor. Ah, y un imprescindible mueble-bar muy bien surtido. Me tomo otra, más que nada por no pecar de descortesía.
De repente, él cambia su mirada de anfitrión cariñoso a la de lobo estepario, me retira el vaso, me coge de la mano y me lleva hasta el dormitorio de matrimonio. Una cama grandísima, luces muy tenues… son profesionales, no hay duda. Él se desnuda y desliza mi mano sobre su piel. No recordaba la excitante sensación de recorrer un cuerpo que antes nunca ha sido tuyo. Me detengo en su culo, firme, cierro los ojos, y descubro que estoy muy, muy excitada.
Él me desnuda mientras me besa los pechos y me dice que son preciosos, me lame el ombligo mientras jura que le vuelve loco, baja por mis piernas y me hace sentir la mujer más excitante del mundo.
Me fijo en que desde la puerta, observándonos con una sonrisa, está su mujer desnuda. Nos metemos en la cama y ella viene también. Acaricia mi cuerpo y yo repaso con una caricia la curva que va desde su cintura a la cadera. Me parece la curva más peligrosa en la que nunca he estado.
Ella tiene un vibrador en las manos, que me frota solícita, pero prefiero sentir el suavísimo tacto del pene de él, ya húmedo, mojando mis nalgas mientras nosotras dos nos besamos.
Me muero por follar, hace siglos que no lo hago. Me vuelvo y me pongo encima del pene húmedo, tenso, fuerte, lo dejo resbalar por mi clítoris. Él cierra los ojos con placer. Pero súbitamente se quita de debajo.
Su mujer me aclara: Eressss… MARAVILLOSA, pero la penetración sólo la practicamos entre nosotros dos.
Él se corre dentro de ella. Ambos me abrazan y me ofrecen quedarme a dormir. Pero yo prefiero irme a mi casa. Porque soy taaaan maravillosa, que no me importa pasar la noche de San Valentín SOLA.



Irela

22 comentarios:

Irela Perea dijo...

Gracias gracias gracias. Y sietemil veces gracias.
Cuánto honor para mí.
Ahora sí me siento "maaaaravillosaa".

Irela, ferviente admiradora de este instructivo, divertido y hasta desternillante blog: No sólo sexo.

http://deirela.blogspot.com/

Irela Perea dijo...

¿Ya he dicho gracias?
Es que estoy muy emocionada, una no siempre es vestal en el principal templo del sexo.

Gracias Andrea.

Te quiero.

No sólo sexo dijo...

siete mil veces de nada, y eso del templo del sexo suena a publicidad subliminal de mi jefe!

Irela Perea dijo...

Al respecto de cierta confesión que he oído por ahí:
¡Coño Andrea, "nadador profesional, asiduo del snow board", ése era mi ex!

Irela Perea dijo...

Y por cierto, en mi blog te he ofrecido un intercambio de historias.
Aunque haya que esperar a noches de inspiración

No sólo sexo dijo...

y en tu blog te he contestado!
soy tan poco dada a los intercambios de historias cuando las historias me gustan... xD
pero algun dia haremos algo asi

Irela Perea dijo...

¿Sabes si las antiguas plañideras de los entierros se pueden contratar actualmente para aplaudir los relatos por escrito?

Madre mía, qué silencio de comentarios, ni que el Papa hubiera lanzado una excomunión para los comentaristas de la página...

Irela Perea dijo...

Es una pena, porque Andrea y yo solemos hacer un sorteo para ver con que comentarista realizamos cada relato colgado en este blog o bien probamos cada artículo analizado.

No sólo sexo dijo...

es un caos, porque como puedes ver en las visitas, esto por las noches se llena de sudamericanos sedientos de relatos eroticos, pero no comentan en ninguno
al menos este entre tu y yo tiene 8comentarios, pero la chica del relato anterior tiene dos

comentale!

Irela Perea dijo...

Pero antes prometo leerlo con la atención que se merece. Y por supuesto, yo siempre escribo algo, me parece la mínima gratitud para alguien que ha creado algo para que te deleites.

Irela Perea dijo...

Y ya me dices la fecha del próximo sorteo para elegir el comentarista que participará en nuestra próxima orgía sexual.
Besos.

Irela Perea dijo...

Quizás deberías quitar lo de la "verificación de la palabra", dudo mucho que sirva para algo, e igual es un obstáculo muy grande para alguien que tienen la mente absolutamente ardiendo por el contenido de tus post.

Irela Perea dijo...

Ha sido un honor estar aquí y ser leído desde todas las partes del mundo.

Gracias sinceras, Andrea.

Anónimo dijo...

Qué risas con vuestros comentarios a la falta de comentarios...

El relato también me ha gustado mucho, buenísimo - que no maravivlloso- el final pero te deja hecha polvo otro "eres maravillosa pero...", sobre todo en ese preciso momento.

Un saludo

Irela Perea dijo...

Gracias Rebecca.
Muchas gracias por leer el relato.
¡Eres un sol!
Muchos besos

Anónimo dijo...

Ya había leído el relato en alguna parte de estas blogs, pero lo he releído con sumo placer.
Estaré encantada de someterme a vuestros experimentos sexuales. :)

Irela Perea dijo...

Muchas gracias, Mia,
aunque la que manda es la jefa,
a ver qué dice ella.
Besos muy grandes

Anónimo dijo...

Me ha encantado, de verdad.... además, no hace mucho , viví una historia parecida... aunque con un final un poco mejor, la verdad!
Ojalá me atreva algún día a escribirlo tan bien como lo has hecho tú!
Besos y, por cierto, también me presto para esos experimentos sexuales de los que habla Mia.

Irela Perea dijo...

inmymadness,
Muchas muchas gracias y montones de besos.
Te animo para que escribas todas esas experiencias.
Hasta pronto.

Jesús dijo...

Muy guay!!
Enhorabuena!

Irela Perea dijo...

Gracias requetegracias Jesús.
Mil besos

No sólo sexo dijo...

envien su curriculum para los encuentros, ya les llamaremos

y esos relatos ya los quiero en mi bandeja de entrada!!!