lunes, 19 de noviembre de 2007

Relato de Jesús

Había pasado como cien mil veces por delante de esa puerta con mis amigos, y había vuelto tambaleándome y apoyado en su puerta para lograr abrir la de mi casa.
La había visto cientos de veces asomada al balcón, mientras yo salía a evadirme del humo de casa, por dios el primer porro es gracioso pero más de diez entre unos cuantos es un suicidio neuronal!
A cada leve sonrisa suya sólo obtenía un pobre arqueo de cejas por mi parte...
Así que aquella tarde de octubre, con aquel calor que ni invitaba a la playa ni al jersey me extrañaba estar hablando con ella, terraza con terraza como hablaba mi madre con las vecinas en el pueblo.
Que pasó para... Ah si, Algo referido al muñeco manga que adornaba la mesa de su terraza, una pregunta estúpida y excesivamente curiosa, una respuesta inteligente por su parte y así se entrelazan dos historias, Dolors era ingeniera de una famosa multinacional de la zona, yo mismo estuve unos meses en montaje y... no la vi por allí, es igual.
Tenía los hombros y el escote pecosos, el pelo rojo, unos treinta y diez años, y hablaba sin cesar.
-No llevas anillo de... ups pregunta idiota, lo siento.
-Estoy separada, me dijo, no pasa nada, mira mis manos o ¿no me crees?
Tomé su mano, y cerré todos los dedos menos el anular, me lo metí en la boca y le pasee la lengua a lo largo de todo su recorrido.
-Es verdad, le dije, no sabe a oro.
-Ven a casa, creo que deberíamos buscarlo...
La abracé con demasiada ansiedad al entrar en la casa, como pensando que tenía que aprovechar antes de su arrepentimiento; pero sus ojos me dejaron clavado a ella, se podían ver el oleaje del mar cortado por el cielo del horizonte, se podía adivinar un atardecer mediterráneo en aquel paraje de calma.
Como pequeños soldados bajaron mis dedos arrastrando las yemas sobre su espalda, besos húmedos sobre su cuello hasta que cuando dejé libres sus senos oí su susurro de placer junto a mi oído; Tenía unas curvas maravillosas de mujer, curvas que se sucedían desde sus caderas a sus pechos; Con su pelo rojo tapándole medio rostro, la respiración agitada y sintiendo electricidad a través de mi espalda; lamí con deseo desde sus pies, pequeños, con una tobillera de oro y dedos perfectamente alineados, se los mordisquee suavemente, besé sus muslos y a medio camino de sus pechos besaba su estomago hasta que apresé sus pechos con ambas manos y haciendo una espiral interminable de placer le besé, lamí los pechos hasta llegar al mismo pezón elevado y duro esperando mi lengua.
Tenía el vello rojo, nos estábamos enroscando, tragándonos nuestros sabores y saboreándonos el uno al otro; estallé de placer muy rápido, esto no era una película perfecta, y entre risas y lo siento, jugamos con nuestros cuerpos, nos besábamos extasiados hasta que sus manos acogieron de nuevo al invitado que antes se nos había ido demasiado rápido, en un instante estaba encima de mí moviendo su larga melena, meciendo sus senos merced al oleaje de nuestro placer.
Teníamos nuestro deseo húmedo, la mente evadida y mojados los cuerpos.
El día se fue, y con el sol esfumándose por aquel ventanal con mi dedo paseándose sobre sus caderas y sus pechos.
En la terraza, desnudos sobre la hamaca con el edredón sobre nuestros hombros el día acabó de irse.
-¿Cómo me dijiste que se llamaba el muñequito de la mesa?, Le pregunté mientras le tocaba el pelo.
-No lo sé, nunca me lo ha dicho.
Y se durmió.

4 comentarios:

Cat dijo...

Jesús, miralo, todo tímido, y luego...

¿Inspirado en hechos reales?

No no, mejor no respondas. Las cosas que no se saben son las que dan más vidilla...

Picarón ;)

No sólo sexo dijo...

si, es un picaruelo, y eso que le costaba ponerse!

Anónimo dijo...

Jejejejje, este tb está muy bien...estais super-lanzados. Igual voy y me pongo un día de estos si tengo un ratuco.

No sólo sexo dijo...

Venga manzanita, que sí, espero tu relato en breve en
a.menendezfaya@hotmail.com