martes, 14 de octubre de 2008

Otro relato de Virginia para el concurso. ¡¡A ver si os poneis las pilas los demás!!.

SERVICIO DOMÉSTICO
Por fin apago el contacto del coche. Por fin estoy en casa y por fin me voy a poder quitar los tacones después de un laaaaargo día de trabajo. Un día de esos que empezaron ya ni me acuerdo a qué hora, pero muy temprano para mi. Salí de casa y no había amanecido y llego y casi es de noche. Me doy cuenta de que con este ritmo literalmente no disfruto el día. Primero porque todo es un estrés en mi vida y segundo porque como decía, salgo con el sol y vuelvo a casa cuando éste ya se ha escondido, y en mi puesto de trabajo de súper- ejecutiva- agresiva, hay mucho mueble de diseño y mucha obra minimalista de ultimísima generación, pero los carísimos estores japoneses que cubren los ventanales del piso 17 del edificio en que se encuentra mi despacho, pues no dejan pasar ni un rayo de luz natural. Pero todo eso ya pasó y estoy en casa de nuevo, sin sol, pero en casa.
Meto la llave en la cerradura y antes de abrir la puerta del todo, el olor a limpio ya aflora por la primera rendija entre la madera y la pared. No sé cómo podía vivir sin servicio de hogar, como lo llaman ahora. Es una de las ventajas de mi nuevo trabajo, que mi sueldo acompaña al nivel del puesto y me lo puedo permitir. Ahora los domingos no son para limpiar, sino para dormir y vaguear sobre limpio, que se vaguea mejor. Termino de abrir la puerta, me descalzo para sentir la madera del suelo en la planta de mis pies y avanzo por el pasillo. A la mitad del mismo, a mano izquierda, está el comedor, y me detengo en el marco de la puerta porque intuyo que él está dentro. Y no me equivoco. Completamente desnudo, Javier quita el polvo de la librería. Sabe que llego cansada de días como este, y me ha preparado una copa digna de coctelería que reposa, sobre posavasos, en la mesita de cristal que hay delante del sofá.
Qué espectáculo: un metro y noventa centímetros de hombre moreno y bien contorneado, como si de la mejor obra de un alfarero se tratase, quita con esmero el polvo de tu casa por el módico precio de…Es un servicio de hogar, que decía antes, completo. Cuando siente mi presencia, Javier se gira para regalarme la visión de una enorme y perfecta polla que promete maravillas en erección. ¿He dicho ya que me encantan estos días? ¿quién está cansada? Porque a mi el cansancio se me ha transformado en lujuria de repente…Mientras froto el dorso de mi pie izquierdo contra el tobillo de la pierna derecha, recorro con la mirada el que será mi juguete durante la próxima hora. Así está establecido.
Javier sigue limpiando alargando el brazo con cada pasada sobre las estanterías hasta dejarme contemplar,( porque ese cuerpo no se mira, se contempla) la parte inferior de su brazo, con el vello de su axila aflorando y su cintura formando una curva peligrosísima con sus nalgas. Mantiene los glúteos apretados para mi deleite, y yo le correspondo con la mirada fija en ellos y la lengua acariciando mi labio superior, y él lo advierte, y se gira un poco más, y ahí está de nuevo esa verga, que cuelga y se mueve acompasando sus movimientos. Y yo sólo puedo desearla un poco más si cabe.
Aún no me ha mirado, no como él sabe, clavando sus ojos en los míos desafiante, con la prepotencia de quien sabe que te hará disfrutar como nadie. Y no me ha mirado porque el juego lo inicio yo, que para algo soy la jefa. Yo marco las reglas, yo pongo las normas, yo digo “haz”, “come”, “dame”, “ven”, “más”…Y me encanta. Repito que ha sido un día duro, me merezco una recompensa. Recojo mi copa de la mesita, me giro indiferente y salgo del comedor camino a mi dormitorio diciendo “te has dejado polvo en un rincón”…y sonrío para mi con la satisfacción de quien tiene el mundo a sus pies.
En el dormitorio me deshago de la blusa y la falda, de las medias y el pasador del pelo, todo queda en el suelo, ya lo recogerá Javier. Cambio rápido de lencería: me quito las bragas de algodón y el sujetador de copa para dar paso a un body negro de encaje. Conservo las medias, que sujeto con el liguero del body. Me giro y me veo reflejada en el espejo, y me excito con mi propia imagen, se me multiplica el deseo con cada pestañeo. Abro el cajón de la mesilla y saco una larga y delicada fusta que compré en la última reunión de tuper- sex. Tengo muchos más juguetes (no puedes ir a la reunión y no comprar, está como feo), que luego iré sacando. Los reparto por cajones de toda la casa y así siempre hay alguno a mano. De momento me voy de dominatrix. Comienza el juego.
En el comedor Javier continúa hacendoso con las tareas: ahora está de espaldas echado hacia delante sacando brillo a la mesa alta. Me encapriché de ese mueble con un enorme cristal negro en lugar de la típica mesa de madera, y queda preciosa, pero se mancha de mirarla. Pero bueno, para eso está mi servicio, para dejarla impecable, como a mi me gusta, como todo lo que hace. Avanzo hacia él, y aprovechando esa posición tan provocadora le propino un pequeño azote con la fusta en el glúteo derecho. Sé que no le duele, pero le deja una marquita roja del impacto que me pone cachondísima, y de paso a él también. No puede evitar dar un respingo, le ha cogido por sorpresa.
¿No está quedando a su gusto, señora?
No puedo verlo porque me estás tapando. Apártate un poco.
Y lo aparto yo con otro golpecito mientras me contoneo a su lado. Cómo sabe provocarme…ha dejado su polla apoyada en la mesa para que no deje de verla. En plan anuncio de limpia- todo, paso la punta de la fusta (en lugar del dedo) por el cristal, que está reluciente, por supuesto. Pero…
- Estás dejando la huella de tu polla en toda la superficie,¡ así no acabarás nunca, y te pago por horas! ¡lleva más cuidado!
Y le cae otro azote. Ahora estamos frente a frente. Le cojo el miembro enorme que ya está en erección y se lo aparto yo misma de la superficie del cristal. Casi lo siento palpitar.
- Lo siento señora, no volverá a pasar.
Y él mismo se echa hacia delante para que le propine de nuevo con la fusta. Pero lo hago con la mano, y de paso siento esa carne apretada y sudorosa en mi mano. Lo acaricio un poco, dejándole con la incertidumbre de si le daré de nuevo o ahí quedará la cosa.
- Continúa tu trabajo.
Él se gira y sigue como si nada. Sé que esperaba otro azote, le pone verme dominante. Entonces yo me voy al sofá, donde me dejo caer cómodamente. Extiendo las piernas sobre la mesita pequeña y enciendo el televisor. Busco un canal de noticias y lo dejo de fondo. Javier termina con la mesa y se dispone a empezar con los cuadros.
Empieza por este, el de arriba del sofá- le digo.
Obedece y mientras limpia, su falo cuelga delante de mi cara. Extiendo el cuello y, echando la cabeza hacia atrás, le alcanzo la punta con la lengua, y así se la acaricio.
Ven a limpiar aquí abajo.
Abro las piernas y le expongo mis apetitosas ingles brasileñas con mi sexo rojo y húmedo reclamando su atención. Desciende lentamente frotando al bajar su polla por mi cara, mi cuello, mis pechos, mi ombligo…y finalmente su boca queda a la altura perfecta. Se toma su tiempo en desabrochar mi body, me está haciendo pasar ganas que luego me compensará con creces. Sueltos los botones, me separa los labios con sus dedos índice y corazón y dibuja mi clítoris que ya rebosa deseo. Se acerca y comienza su trabajo, la parte que más me gusta de este servicio doméstico.
Con cada movimiento de su lengua, arriba y abajo, en círculos, presionando y soltando mi clítoris, siento una corriente que asciende en oleada de mi pelvis a mi cuello. Acompaño los movimientos de su boca con los de mis glúteos, que se empiezan a contraer para acentuar la intensidad de cada lametazo. La sensación que me recorre es cada vez más intensa, y el placer de ver su cabeza, con ese cabello moreno y sedoso entre mi piernas, multiplica cualquier estímulo por cien mil. Agarro su pelo entre mis dedos e impulso su cabeza con cada movimiento con más fuerza, quiero hundir su lengua lo más profundo que pueda en mi interior, siento cómo desciende todo mi jugo, cómo me exprime, y quiero que siga haciéndolo así, cada vez más intensamente. Entonces él, cuando me sabe poseída, cuando siente que ya no queda nada de mi papel de dominatrix porque he sucumbido a los placeres que sólo él sabe darme, se separa de mi, me deja a punto de estallar, con la sangre y los nervios concentrados en un punto de mi entrepierna, a punto de estallar. Se separa para abrir un cajón de la cómoda de al lado del sofá y sacar otro de mis juguetes, uno de mis favoritos: un anillo para pene con una bala vibradora en la parte inferior.
Déjame jugar a mi también- me dice mientras le dejo ver en mis ojos que estoy a punto de correrme. No puedo responder, sólo llevarme los dedos hacia abajo con el fin de terminar lo que ha dejado a medias porque no puedo más…
Quieta…-me susurra- esto es un servicio competo.
Y me sujeta las manos detrás de la nuca. Sólo el roce de mis muslos entre sí, con toda la humedad que los recorre es una tortura para mi en estos momentos…
Se coloca hábilmente el anillo en su polla, que parece a punto de rebentar, dejando la parte vibradora hacia abajo. Y se acabó la espera: sin avisar, me embiste dejando clavado todo ese miembro en lo más profundo de mi. Sus huevos golpean mis nalgas con cada vaivén, y la vibración hace que él se ponga más y más salvaje, empujando con más fuerza cada segundo, hasta que yo no puedo más y dejo que se libere todo lo contenido un minuto antes para casi convulsionar con un brutal orgasmo que se prolonga hasta que se él se corre conmigo.
Ha sido alucinante.
Cariño, te superas cada día. Eres estupendo.
Tú también, pero no sabes ponerte dominante, no me aguantas nada…en seguida sucumbes al placer de mis habilidades…
Y nos reímos juntos. Es el mejor compañero del mundo realmente.
- La próxima vez te toca a ti hacer de porno- chacha, eh…- me dice en tono cómplice. Y me sonríe, y le sonrío, y celebro para mis adentros el día que decidimos abrir nuestras mentes al maravilloso mundo de las fantasías eróticas.

1 comentario:

Iaarea dijo...

Muy entretenido este relato jajaja.
Quien no lo pasaria bien con un hombre asi..
Me gusta mucho la manera de contarlo, se hace amena.